La liberación
Ananké era un planeta fuera del dominio imperial debido a los constantes desastres naturales, a un relieve muy pronunciado y sobre todo a la cantidad de volcanes activos que entraban en erupción con frecuencia. Aun así había varios asentamientos humanos de pequeño tamaño, con un nivel de desarrollo medieval en varios lugares del planeta.
Las fuerzas del caos se dividieron, una parte de sus efectivos estaba dirigiéndose a la ciudad más grande de Ananké para atacarla mientras que el resto de las fuerzas se habían dirigido al volcán más grande del planeta. La compañía de (manos elementales, guardia elemental…) se dividió en dos partes, una dirigida por el padre de hierro que defendería la ciudad y otra fuerza liderada por Ignis Espna perseguiría a los traidores que se dirigían al volcán.
Cuando llegaron a la superficie del planeta los astartes reconocieron el espíritu guerrero de la población debido a la cantidad de traidores muertos que cubrían la tierra. Sin embargo los cadáveres de los Anankeanos sembraban la tierra y, aunque continuaban luchando con ferocidad, las fuerzas traidoras eran más numerosas y estaban mucho mejor preparadas.
Las fuerzas astartes dirigidas por el padre de hierro se desplegaron cerca de la ciudad y se dirigieron hacia ella. Durante el trayecto un numeroso contingente de traidores, formado en su mayoría por mutantes y guardia renegada, los alcanzaron y trataron de impedir su llegada a la ciudad.
El padre de hierro y sus mejores guerreros se quedaron aguantando el asalto de los renegados, mientras que el resto de los astartes se trataban de alcanzar la ciudad.
La mayoría de los astartes consiguieron llegar a la ciudad y junto con las tropas Anankeanas realizaron un contraataque para ayudar al padre de hierro y a sus guerreros. Consiguieron hacer huir a los traidores, matando a cientos de ellos, pero el padre de hierro había sido herido de gravedad.
Se organizo la defensa de la ciudad lo más rápido posible y el padre de hierro fue llevado al edificio más seguro de la ciudad, donde sus guerreros de mayor confianza y un apotecario intentaban salvarlo.
La elite guerrera de los Anankeanos, los señores del fuego, explicaron a los astartes que la mayoría de sus fuerzas se había dirigido al volcán, con el objetivo de defender un templo que había en su interior y que contenía un objeto de gran poder.
Además les contaron que la mayoría de las fuerzas del caos, formada por un gran número de grandes guerreros embutidos en armaduras azules, se había dirigido al volcán.
Momentos antes de que las fuerzas del caos se dispusieran a atacar la ciudad, la tierra comenzó a temblar y a crujir, se abrieron grandes grietas por las que se precipitaron un gran número de traidores, los volcanes entraron en erupción y comenzó a salir magma de la tierra, dirigiéndose esta hacia las fuerzas renegadas, que comenzaron a huir presas del terror.
La profecía
Mientras la tierra dirigía su furia contra las fuerzas traidoras, el padre de hierro Karud Aktinos se levanto de la cama donde estaba siendo atendido por un apotecario, con los ojos en blanco, en un extraño estado de shock, y dijo en voz muy alta y clara la profecía que marcaria al capítulo para el resto de su historia:
“Cuando el príncipe negro vuelva del abismo,
Cuando el dragón despierte y su ejército se alce de nuevo,
Los guerreros de la Gorgona habrán reunido las cuatro manos,
Y junto a su señor terminaran la búsqueda del último artefacto,
Y le llevarán las manos elementales al que reposa en el trono,
Y una nueva cruzada comenzará,
Y el Fénix renacerá.”
Tras decir estas palabras el padre de hierro respiro por última vez, murió, pero su cuerpo se convirtió en metal puro, convirtiéndose en un símbolo para el capitulo, un símbolo de la profecía, el símbolo de la nueva era que estaba por llegar.
El fin de la guerra.
La tierra se calmó, los volcanes se desactivaron y el magma volvió a la tierra. No quedo rastro alguno de las fuerzas traidoras. Horas después los astartes dirigidos por Ignis Espna llegaron a la ciudad, y narraron la historia de cómo el líder de los señores del fuego había usado el artefacto que defendía para liberar la furia incineradora de la tierra y arrasar a los traidores sacrificando su vida. El cuerpo del señor de fuego se prendió y su carne y sus huesos se derritieron ante el poder que emanaba, y el templo sagrado de millones de años de antigüedad brillo aumentando la fuerza del artefacto y derrumbándose en el proceso.
Cuando no quedaron traidores con vida en la superficie de Ananké, la furia de la tierra se desvaneció y el capitán Ignis Espna volvió al templo derruido para recuperar el artefacto y, tras unas horas, salió del lugar portando el artefacto, un puño biónico rojo como el fuego y de un aspecto poderoso y antiguo.
El capitán Ignis Espna mostró el artefacto a los astartes y a la población reunida en la ciudad. En ese momento los astartes que habían escuchado la profecía dieron a conocer esta a sus compañeros y todos vieron como esta comenzaba a cumplirse, con el encuentro de la primera mano elemental.
Ignis Espna tuvo el honor de colocarse la mano biónica en uno de sus brazos, sustituyendo así a la mano biónica que los miembros del capítulo obtenían al entrar en este. Desde entonces se han transmitido por toda la galaxia historias que narran como un hijo del emperador, un astartes, tiene en su mano el poder del fuego, y ningún enemigo es capaz de escapar de la destrucción creada por la mano de fuego.
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" title="Laughing" /><!-- s:lol: --> , na seguro que queda bien