Lineaje II

14 años 10 meses antes #33480 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
El sonido de un cuerno retumbó en las almenas del alcázar. Era la señal. Como un solo hombre, la escuadra de castigo comenzó a retroceder hacia sitio seguro. Antak, Zólex y alguno más, apoyado por Dark, liberaron una enorme cortina de destrucción sobre la batalla, lanzando sin parar conjuro tras conjuro hasta caer exhaustos al suelo. El poder liberado era tal que el suelo tembló, las murallas se agrietaron y el aire se volvió abrasador. Atacantes y defensores cayeron al suelo y fueron arrastrados por la vorágine desencadenada. Los últimos en salir del infierno desatado fueron ‘Busca’, Salisha, y un castigado ‘Orc’ arrastrando el cuerpo de Kiku, que ciego de ira trataba de volver al combate a cualquier precio.

- ¡Edwin! – gritó Akrasia en cuanto llegó a la puerta - ¡¿Dónde están Fraxi y Teti?! ¡¿Lo consiguieron?! – No pudo oír la respuesta, pero vio que señalaba al otro lado del patio - ¡Hay que esperar al último momento! ¡No puedes dejarlos ahí!

Entonces se fijó en unas sombras que se movían entre la locura de destrucción desencadenada. El colosal Inquisidor atacaba con violencia a Farru, que con una velocidad y pericia inusitada esquivaba una tras otra sus arremetidas. Mientras los cascotes volaban y las energías liberadas hendían piedra y alma por igual, Farru notaba cómo su cuerpo iba lentamente despertando. Poco a poco, los poderosos golpes de su adversario fueron antojándosele cada vez más torpes mientras su mente asimilaba con presteza las capacidades de su enemigo.

- ¡Maldito demonio, te arrancaré el corazón con mis propias manos¡ - El Inquisidor alzó presto la espada dispuesto a soltar un golpe abrumador - ¡Muere bestia!

Farru se detuvo. El cosquilleo cesó. No sentía dolor. La excitación del combate había cesado. Lejos, muy lejos, una figura avanzaba hacia él lentamente. Cerró los ojos y sintió una serenidad infinita mientras su mente viajaba liberada de las meras limitaciones de la carne. Con un único y sencillo movimiento, a la vez poderoso pero carente de auténtica fuerza, Farru dejó volar su espada, que describió un sencillo arco. “La complejidad es sencilla. La sencillez es compleja”. Sintió una gran calidez al recordad las palabras que tanto le habían costado entender. Se hizo el silencio. Con un ruido asqueroso, las dos partes del Inquisidor cayeron al suelo separadas por la cintura. Farru volteó la espada con tranquilidad mientras a su alrededor seguía rugiendo el infierno.

Akrasia no podía creerse lo que había visto. Farru acababa de partir en dos a un adversario de un simple golpe de espada y no parecía inmutarse. Gritó de júbilo. A su lado, sus compañeros vitoreaban al héroe del día. Si sobrevivían al asedio, muchos pedirían consejo al nuevo Maestro de Armas de Gludio.



El rostro de Akrasia palideció. Sin embargo, su advertencia llegó tarde:

- ¡Faruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

Una tras otra, las flechas se clavaron en su espalda. Farru, gravemente herido, se tambaleó. Se giró y trató de defenderse, pero un enorme caballero armado incrustó su almádena en su pecho, derribándolo. Sin Piedad alguna, levantó su bota y aplastó el indefenso cuerpo de Farru contra el suelo. El Gran Inquisidor, rodeado de soldados, se descubrió el yelmo y lanzó una mirada de desprecio al caído.

- ¡Defensores de Gludio! ¡Exijo aquello que he venido a buscar! ¡No es necesario que muera nadie más, pero estoy dispuesto a arrasar este sitio hasta los cimientos si es preciso!

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14 años 9 meses antes #34365 por Ragnar
Respuesta de Ragnar sobre el tema Ref:Lineaje II
Hola! tu fiel seguidor sigue esperando capítulos, no te dejes llevar por la modorra del verano...xdd

Un saludo y gracias por continuar.

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14 años 9 meses antes #34382 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
- ¡¿Y bien?¡ ¡Se me entregará lo que exijo ¿o tendré que mataros como a esta sabandija?

El Gran Inquisidor dejó caer la pesada almádena sobre el caído Farru, que ahogó un gruñido de dolor. El patio de armas estaba silencioso. Nadie se movía, ni asaltante sin defensores. Todos esperaban inmóviles con el alma en vilo.

- ¡Vamos, Antak, Edwin, alguno de vosotros! – exclamó - ¡Sabéis que tuvisteis la oportunidad de evitaros todo esto! ¡Bien, ahí tenéis otra oportunidad! ¡Espero que seáis más inteligentes esta vez!

Un murmullo de sorpresa recorrió las filas de los agotados defensores. Se miraban unos a otros confusos, como si no entendieran sus palabras. El Inquisidor comprendió rápidamente la situación.

- ¡Ohhh… vaya, vaya, vaya! ¡Así que ellos no están al corriente!

- ¡¿Quieres callarte de una vez?! – la voz de Edwin se escuchó desde una de las ventanas - ¡Vete al infierno! ¡Puedes matarnos a todos si quieres, pero por favor, deja de torturarnos con tus rebuznos!

Por las filas de la Alianza se escuchó unas risas nerviosas. Sin embargo, la situación pendía de un hilo. Bastaba el más mínimo desliz para que todo acabase en tragedia.

- ¡Vamos! ¡No pido tanto! ¡Esa chiquilla es un peligro, lo sabes tan bien como yo!

Ni uno solo de los defensores fue capaz de reaccionar ante semejante revelación. Muchos sintieron sus ánimos derrumbarse, otros notaban cómo una creciente frustración crecía en su pecho. “Ya está” pensó Edwin. “Está hecho. Acaba de romper nuestro espíritu”. Y era cierto. Confusos, divididos e indignados, eran presa fácil.

- ¡Maldita sea, gente! – Edwin sabía que tenía que recuperar la iniciativa rápidamente - ¡Ahora no es el momento de desconfiar! ¡Sabéis que nunca os hemos fallado! ¡Todo se revelará a su debido tiempo!

Por una esquina del patio apareció Fraxi. Tenía el brazo derecho colgando y ensangrentado, y trataba desesperadamente de mantenerse en pie. A su lado Teti, totalmente bañada de sangre tanto suya como ajena, se apoyaba en él como podía.

- ¡Mierda! – exclamó sin fuerzas - ¡¿Aún no hemos matado a todos esos Inquisidores?! ¡¿Es que tengo que hacerlo yo todo?!

Pegó una patada a un casco de metal abollado, que fue rodando hasta el Gran Inquisidor. En cuanto el Gran Inquisidor se percató de que en su interior aún estaba la cabeza de su propietaria, sus ojos se llenaron de ira.

- ¡Ya basta! – exclamó - ¡Exijo una rendición incondicional e inmediata!

Edwin sonrió al ver la oportunidad. Ese cabeza hueca se lo había servido en bandeja, y no era momento de desaprovecharla.

- ¡Lo siento, Inquisidor, no sabríamos qué hacer con tanto prisionero! ¡No podemos aceptar su rendición!

Toda la Alianza estalló en burlas y carcajadas. Había funcionado. La moral volvía a estar en alza. Entonces, Farru se movió, alzó la cabeza lo que pudo y con desprecio escupió al Inquisidor. Un grito de determinación, los agotados defensores se pusieron en guardia.

- ¡Sea pues, morid si eso es lo que queréis!


En el momento en el que iba a levantar la almádena para aplastar la cabeza de Farru, un poderoso rugido inundó el patio. Un colosal draco descendió de entre los cielos y, en un giro mortal, barrió a varios soldados de las almenas. Todo fue confusión por un momento, hasta que el draco aterrizó despacio en la muralla, batiendo las alas de forma amenazadora.

- ¡Felagud! – se mofó el Gran Inquisidor - ¡Has sido muy amable al unirte a esta carnicería!

El interpelado se puso cómodo en la extraña silla de montar de su draco, y bostezó de aburrimiento. Ignorando a los atacantes, volvió la cabeza hacia el alcázar.

- ¡Dios, gente, estáis hecho una mierda! – dijo en un tono despectivo

- ¡Hey Felagud! – le saludó Edwin - ¡Ya era hora, malnacido! – Felagud le dedicó un gesto bastante obsceno – Creí que te quedarías pastando ovejas hasta el invierno.

- ¡Alguien me dijo que estaban tratando de quemar mi casa y matar a mis amigos! – respondió – no es que me importe mucho, pero me dejé mis botas buenas en mi habitación y pensé en ir a recogerlas.

La Alianza sintió sus esperanzas renovarse. Ahora sí otra vez juntos, tendrían una oportunidad.

- ¡Hey! ¡El bastardo de la armadura! – espetó - ¡Voy a sacarte las tripas, y dárselas de comer a los cerdos! ¡A ti y a todos los desgraciados que hay contigo!

Desenvainó su espada con una mirada letal. El Inquisidor se burló.

- ¡¿Tú y qué ejército?!

Como única respuesta, Felagud se llevó los dedos a la boca y emitió un potente silbido. Repentinamente el cielo se tornó oscuro. Decenas de colosales Dracos comenzaron a descender en circulos mientras en el ejército atacante cundía el pánico.

- ¡Con este, necio! ¡SIN CUARTEL! ¡MATADLOS A TODOS!

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14 años 9 meses antes #34383 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
Con un rugido clamoroso, los jinetes aéreos se lanzaron en picado sobre el ejército enemigo. Una nube de flechas negras oscureció el cielo, pero se estrellaron contra las duras escamas de los dracos. Al llegar a escasos metros del suelo, hicieron una pasada rasante. Algunos lanzaron su aliento sobre el enemigo, calcinándolos por docenas a su paso. Otros segaban vidas con sus fauces y garras. En pocos segundos cundió el caos entre los atacantes. Si embargo la situación era insostenible. Si no conseguían superar rápidamente al enemigo y forzar su retirada, Felagud y sus muchachos serían rápidamente masacrados. Edwin se estiró cuanto pudo en las escaleras de acceso al baluarte, adoptó la compostura más solemne que pudo, y gritó a los escasos defensores que quedaban en pie:

- ¡Oíd muchachos! ¡Ya no hay vuelta atrás! ¡Quien llegue el último al infierno paga la ronda!

Un grito de desafío recorrió las filas de los agotados defensores. Como si se tratase de demonios poseídos, se lanzaron contra el enemigo con una furia infinita. Pronto chocaron contra los sorprendidos defensores y la sangre volvió a manchar el suelo.

- ¡Ohhhhhhhhh! ¡Hacía taaaaaanto tiempo! Creí que te habías olvidado de mí, Edwin Narth Ut Vatheloss…

Edwin se quedó helado. No, no podía ser, ahora no. La sensual voz que resonaba en su cabeza lanzó una maliciosa risita. Unos dedos fríos que rasgaban como cuchillas comenzaron a acariciar su alma.

- ¿Te acuerdas de aquella vez? Claro que te acuerdas. Tú me llamaste entonces, ¿verdad?

Se tambaleó mareado. Un extraño frío comenzaba a apoderarse de su cuerpo y su mente. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a respirar con dificultad.

- ¿Te resiste? ¿Por qué? – la voz se rió con descaro – Es muy sencillo Edwin. Sólo tienes que dejarte llevar.
- ¡Callate! ¡Maldita sea, cállate demonio!

Akrasia se alarmó al ver a Edwin gritando de rodillas. Se acercó corriendo a él y trató de ayudarle. Sin embargo su voz llegaba amortiguada al archimago.

- Hoy me estoy dando un festín… Oh Edwin, mi pobre Edwin… tú y solo tú fuiste el culpable de aquellas muertes. Mira a tus compañeros. Ahora vas a ser responsable las suyas.

- ¡NO! ¡DEMONIO, NO PIENSO RENDIRME!
- No tienes elección Edwin. Hazlo de una vez. ¿Edwin? Tú y yo sabemos que quieres hacerlo. Vamos Edwin. ¡Hazlo ya!




Un rugido inhumano brotó de la garganta de Edwin. Un aura más negra que la noche comenzó a cubrirle. Akrasia retrocedió aterrada. Entonces, con un fenomenal estallido, la voluntad de Edwin se quebró. Una columna de crepitante energía oscura ascendió a los cielos oscureciendo el sol. Relámpagos carmesíes surcaron el cielo. Akrasia, Antak y cuantos estaban a su lado salieron despedidos. Lentamente, entre los nubarrones, una enorme luna fue aproximándose amenazadora. Una carcajada cruel se dejó escuchar por todo el campo de batalla.

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14 años 9 meses antes #34384 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
- ¡Oh, Diosa! – Antak se levantó como pudo - ¡TODO EL MUNDO FUERA DE AQUÍ! ¡Edwin se ha descontrolado! ¡Moveos, vamos moveos!

Akrasia se puso de pie con un lacerante dolor en la espalda. La explosión la había lanzado contra unos escombros, y juraría que tenía varias costillas rotas. Trató de volver en sí, y vomitó sangre. Posiblemente heridas internas. Sonrió con sorna. Así que iba a morir ¿eh? Pues ahora iban a ver esos debiluchos humanos lo que era capaz de hacer. Giró sobre su pie mientras dibujaba un círculo alrededor suyo. Con destreza llenó de grifos el suelo y comenzó a murmurar en un extraño idioma que parecían chasquidos de madera ardiendo y gruñidos de bestias. Dejó caer unos huesecillos, y comenzó la danza ritual de Paagrio, una danza que nunca había sido ejecutada desde tiempos inmemoriales. Cada complicado movimiento era una agonía, pero el dolor sólo servía para agudizar su mente. Pronto, Paagrio respondió a sus plegarias, y su cuerpo se envolvió en llamas.

Antak sabía que no le quedaba mucho tiempo. Mientras sus compañeros luchaban por salvar a su Alianza, él debía de evitar un peligro mucho mayor. Sabía que Edwin aún luchaba por controlar el Ojo de Shilen, pero que no podría solo. Antaño y siendo un aprendiz, Edwin borró del mapa un pueblo entero. Ahora sería capaz de borrar todo Gludio del mapa.

- ¡Eva, Oh Eva! – salmodió - ¡Musa de las Musas, Guardina de las Artes, Oh agua serena y fuente de inspiración! ¡Yo aquí te suplico, Señora de las Aguas! ¡Atiende esta humilde plegaria!

Antak sintió en lo más profundo de su alma cómo sus palabras se perdían en la nada como llevadas por el viento. Sin embargo, algo se movió entre las sombras. Sí… ahí estaba. Le había oído. La parte más difícil vendría ahora.

- ¡Eva! ¡Yo te imploro, te suplico! – Antak se arrodilló - ¡Escucha la plegaria de tus hijos! ¡Es hora de actuar! ¡Tú puedes proteger todo lo que amamos!

No obtuvo respuesta alguna. Antak deseó y deseó, canalizó su poder para que llegase hasta ella, pero le evitaba. Se escondía. No quería inmiscuirse.

- ¡Maldita sea Eva! – rugió - ¡No puedes eludir tu responsabilidad por más tiempo! ¡Ven AHORA! ¡Ven o sufre la vergüenza de haber abandonado de nuevo a tu pueblo!

Antak pudo escuchar un ligero murmullo. Confuso, sintió cómo su poder le abandonaba lentamente para reunirse con el río. Lo había logrado: la ayuda estaba en camino.

‘Gafe’ salió del baluarte apoyado en una muleta. Lanzaba maldiciones a cada paso que daba. Su cuerpo entero estaba vendado y su armadura casi destrozada. Había luchado desde el primer día en primera fila, aguantando él solo los peores embates del enemigo. Y ahora sabía que le tocaba actuar de nuevo. Pasó al lado de Edwin le miró indiferente, se encogió de hombros y bajó al patio, donde se sentó encima de unos escombros. Sacó su pipa favorita y la encendió con tranquilidad.

- ¡Grrrrrrrmmmmmmpppfffff! – gruñó – Esto es lo que pasa cuando dejas a un elfo al cargo.

Cuando se hubo puesto cómodo, cogió un puñado de tierra, lo bendijo y lo dejó caer al suelo. Con el típico pragmatismo y sencillez que sólo un enano es capaz de tener, esperó a obtener respuesta. El polvo se arremolinó a sus pies y tomó la forma del rostro de la Madre Tierra. Pronto, el suelo comenzó a temblar…

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14 años 9 meses antes #34385 por Iyanna
Respuesta de Iyanna sobre el tema Ref:Lineaje II
Y entonces, las nubes se apartaron, los combates cesaron, y la naturaleza misma pareció quedar congelada. Ni un ruido, ni un movimiento. Los corazones dejaron de palpitar, la sangre de circular. El descomunal Ojo de Shilen fue abriéndose sobre el campo de batalla. Los hombre alzaron la vista impotentes, y más de uno se volvió loco al instante. Destellos de brillante negrura danzaban por el cielo, mientras el Ojo comenzaba a devorar hasta la mismísima Luz. Una antinatural sequedad barrió el suelo, marchitando en segundos árboles, montura y animales en muchos kilómetros a la redonda. El suelo se volvió gris y estéril, el aire se cargó de polvo de tumba, y muchos se sintieron cómo la vida se les escapaba por cada poro de su piel. Poco a poco, uno tras otro, los soldados de ambos bandos comenzaron a caer al suelo. Los más débiles pronto exhalaron su último aliento, y sus cuerpos se secaron y se hicieron polvo ante los ojos de sus aterrados compañeros.

Entonces, con una fuerza y energía descomunal Akrasia estalló en llamas y su cuerpo fue consumido al instante. Una fenomenal columna de puras llamas ascendieron hasta el cielo y se estrellaron contra el todopoderoso Ojo. No era ira. No era furia, ni venganza, ni odio. Era la esencia pura del fuego. Aún así, el Ojo continuó descendiendo.

Un murmullo ascendía por la colina. Un mar de cristalinas aguas arrastró a los aterrados hombres que aún quedaban en pie y los derribó. Sin embargo, las aguas no les hicieron daño alguno. Rodearon el castillo y se alzaron formando una enorme cúpula. Poco a poco las fuerzas de Antak comenzaron a abandonarle. Su piel se volvía pálida, y lentamente comenzó a desdibujarse. Al final, cuando apenas fue un mero reflejo, se desvaneció. Pese al sacrificio, el Ojo continuó descendiendo.

Una columna de piedra y rocas se alzó lentamente entorno al castillo. Los cimientos de las murallas cedieron y se abrieron grandes grietas en el cielo. Enormes bloques de granito salieron despedidos contra el todopoderoso Ojo. Abajo, muy abajo, en pleno centro de la vorágine, un estoico enano permanecía sentado sobre unos cascotes. Bajó la vista al suelo con indiferencia, sonrió, y entonces fue sepultado por las colosales fuerzas desatadas.

Sin embargo, esta vez, el poder del Ojo falló. Contrarrestado por los mismísimos Dioses, Shilen no tuvo opción de…


(El relato acaba aquí. El resto de las páginas están arrancadas por una mano desconocida).






- ¿Y dices que este relato estaba en la cripta?
- Sí, mamá. Te puedes imaginar cómo me quedé.

Chass sonrió. En aquella época le dijeron que todos los registros fueron borrados, pero no fue hasta un tiempo después cuando empezó a sospechar que alguno debería haber quedado. No podía imaginarse a Antak o Edwin destruyendo todas las copias de un libro. Sin embargo, hasta para ellos parecía demasiado lo que se contaba en la parte que faltaba. Sonrió con malicia y miró de reojo a su hija.

- ¿Y bien? ¿Es que no me lo vas a preguntar nunca?

La Doctora Irons lanzó con frustración su gabardina sobre la mesa, y se sentó en el sofá. Miró a Chass bastante irritada y por fin le soltó:

- ¿Cuánto me has ocultado?

- Todo. O casi. – Chass se rió - ¿Qué esperabas? ¿Que fuese propagando a los cuatro vientos que somos ambas Oráculos de Shilen?

- No me incluyas en esto – gruñó – Nunca fui iniciada. No tengo nada que ver con esa retorcida religión.

Chass se sentó enfrente de la Doctora, y mantuvo su furibunda mirada hasta que se rindió. Tenía los mismos ojos penetrantes que su padre, y sabía que algún día debería desvelarle toda la historia.

- Las hojas que faltan relatan el final de la historia, si no recuerdo mal, y algo mucho más peligroso. Creo recordar que fueron Antak, Edwin, Zolex y algún otro los que decidieron arrancarlo. Ya habían destruido todos los relatos que se hicieron sobre el Asedio de Gludio, pero quedaba este. Aún así pensaron que era demasiado peligroso dejar al alcance de nadie.

- Vamos, bruja… tú sabes lo que ponía ahí ¿verdad?
- Muestra un poco de respeto por tu madre, ¿quieres? No sé a quién habrás salido. Con lo sensato que era tu padre…
- ¡No metas a mi padre en esto! – en el momento en el que saltó se arrepintió de haberlo hecho.
- Esta bien… de todas formas es el mejor momento de contártelo. Nadie sabe que pasará mañana, cuando esos chalados de Goddar se lancen sobre Oren.


Chass se puso a relatar:

<< Piensa que yo era sólo una cría entonces. Recuerdo haber salido del castillo en brazos de alguien. No sé si era Denise o algún otro. Estaba todo destruido, había un montón de cadáveres por todas partes, y sólo se oían lamentos y quejidos de los moribundos. Poco a poco, los supervivientes fueron levantándose y agrupándose. Nadie quería seguir luchando, así que los atacantes se pudieron marchar en paz. Aunque creo que Felagud después los cazó uno a uno mientras huían a Dion. Eso me lo contaron después, por supuesto.

Me llevaron delante de un hombre. Era un hombre cuya vida se le escapaba por momentos. Me dijeron que era el Gran Inquisidor. No sé muy bien qué pasó, pero el Inquisidor insistía en que yo debía morir. Imploró a Einsahad – sí, ríete – pero no obtuvo respuesta. Varios del clan se sentaron a su alrededor, y esperaron pacientemente a que expirase. Fue muy cruel, una fría venganza, eso de sentarse a ver aun hombre morir.

El resto de la historia forma parte de las leyendas y folclore local, niña. A su debido tiempo se reconstruyó Gludio y el castillo. Unión Eterna volvió a brillar como siempre había hecho, y con el tiempo Gludio se transformó en lo que es hoy. Hubo otras muchas aventuras, sueños perdidos, e interminables periodos de guerra. Pero tú eres la historiadora. Nadie mejor que tú sabe todo eso.

Por si te interesa saberlo, Unión Eterna aún existe pequeña, pero no nos encontrarás en los salones de ninguna corte. Los encontrarás en Oren, fusil al hombro y en las trincheras. Los encontrarás dejándose la piel en las montañas de Aden, tratando de contener a Goddar. Los encontrarás en Rune, tratando de parar esta guerra sin sentido. En Innadril, en sus Universidades, enseñando y guardando el conocimiento para los siglos venideros. Eternos, niña. Sin necesitar jamás la aprobación ni la adulación de nadie >>


La Doctora se quedó sin habla. Así que existían de verdad. Seguían existiendo. Comenzó a recordar detalles de su infancia. Las idas y venidas de gente por su casa. El tono oscuro de las conversaciones de su padre. El secretismo de sus reuniones.

- Pero madre… ¿qué es lo que hizo que destruyeran el final del relato?

Chass suspiró profundamente.

- Se dice que Edwin se negó a escribir jamás el conjuro del Ojo de Shilen, niña. Pero escribió la forma de recuperar el conjuro por si algún día fuese necesario.

La doctora se quedó de piedra. Tal y como estaba marchando la guerra, si un conjuro así caía en las manos de Goddar podían darse por perdidos. Casi era un alivio que el conocimiento se hubiese perdido. En ese momento, la puerta se abrió. Un elfo larguirucho y con cara cansada entró en la estancia portando un montón de libros y pergaminos.

- ¿Chass? Debemos irnos ya.
- ¡No puede ser! ¿Nüriel? ¿Qué haces por aquí?

La doctora se levantó y fue a saludar a su viejo amigo. Sin embargo se sorprendió cuando éste se quedó mirándola seriamente.

- Es clavada a ti, Chass… espero que sólo físicamente – exclamó.
- ¡Lamentablemente, viejo fósil! – Chass se levantó riéndose – En fin, nos vamos. Prepárate, niña.
- ¿Se lo has dicho, Chass? – preguntó Nüriel
- Casi todo. No tenemos mucho tiempo. – se paró un momento – Por cierto, dejad que os presente. Doctora Irons, te presento a Antak. Antak, la idiota de mi hija.



(Fin del libro 1)

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