Puerta al Infinito [WIP -hasta final de verano...]

14 años 9 meses antes #34191 por 1_Epsilon_1
Bueno, pues voy a enseñaros mi relato (sed valientes!) que está inacabado. Espero que os guste.

[EDITO: puede haber confusiones con los demonios, pero las descripciones están revisadas y corregidas, aunque no lo parezca... - ya me lo dijeron]

- PUERTA AL INFINITO -

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO 1 - Desesperación

-Sargento, informe - dijo el gobernador Ulthum.
-Los rebeldes no paran de recibir apoyo, señor, esto se está infestando de demonios y marines traidores, señor.
-Mantened la posición. Hay que evitar que tomen la ciudad a toda costa.
-Pero señor, no podrem... - numerosos disparos y gritos sonaron a través del intercomunicador.
-En el nombre del Emperador y de la santa Terra, ¡dónde están los marines espaicales, nunca están cuando se les necesita! - dijo Ulthum.
De repente, cinco thunderhawks brillando bajo el sol del mediodía como zafiros, atravesaron ruidosamente los cielos, lanzando sus misiles Hellstrike entre las unidades enemigas, limpiando el terreno de traidores. A continuación cayeron innumerables cápsulas de desembarco, que dispararon contra las posiciones enemigas mientras cubrían al dreadnough venerable Axulus, a otros dos antiguos y a tres unidades tácticas. Los rebeldes comenzaron a retirarse, no podían hacer mucho allí. Los marines, acompañados por los guaridas imperiales supervivientes al ataque anterior, se atrincheraron en la zona, esperando a los refuerzos.

Se comenzó a oír el ruido de los motores de tanques aproximándose al búnquer de mando. Ulthum ordenó que todas las tropas próximas al complejo se prepararan por si se aproximaban carros enemigos. Para la sorpresa de todos vieron que los tanques tenían el símbolo de los Ultramarines, pero delante de todos había un Land Raider, decorado con sellos de pureza, águlas imperiales, dibujos a lo largo del casco del vehículo y, en la parte frontal, los guanteletes de Ultramar. Se podía apreciar el nombre del tanque, tallado artesanalmente en el casco, Maximus, el tanque personal de Marneus Calgar, famoso por atacar donde el enemigo menos se lo espera.
Pocos segundos después llegaron a la zona Lord Calgar, seguida de una compaía entera de Ultramarines, liderada por el comandante Cato Sicarius, señor de la segunda compañía. Pero Calgar no venía solo, estába escoltado por algunos de sus mejores hombres, los mejores estrategas y luchadores del capítulo: los maestros del capítulo. Todos los soldados, incluyendo al gobernador, quedaron atónitos ante la llegada de una leyenda. Pocos hombres habían visto en acción a aquel grupo de heroes, y ellos podían tener el honor de verlos en el campo de batalla.
El gobernador se acercó ante el valeroso guerrero, saludó inclinando su cabeza, y dijo:
-Lord Calgar, su llegada nos reconforta, sea bienvenido.
-Gracias gobernador. Por favor, infórmeme de la situación - contéstó Calgar.
-Hemos perdido gran parte de la ciudad. Espías nos han informado de que la Zona Este de la ciudad está poco defendida por los rebeldes, pero no me he arriesgado a dar la orden de atacar por ese flanco. Tengo además preparada una compañía de tanques Leman Russ preparada para atacar, y otra de básiliks detrás de las colinas próximas a la Zona Oeste, donde se atrincheran parte de los rebeldes - explicó Ulthum.
-De acuerdo. Hermano Sicarius, dirija a la segunda compañía a la zona sur y realice una punta de lanza. Estableceremos una base en cuanto finalice el ataque - ordenó Calgar.
-Si, Mylord - respondió Sicarius.
-Es hora de servir al Emperador - dijo Calgar.

* * *

-Señor, han llegado los Ultramarines. Están atrincherados, no podemos avanzar - dijo el sargento Orlok.
-¿Cómo es posible? ¡Atacad, hemos llegado demasiado lejos como para echarlo todo a perder! - gritó Jurian, el líder rebelde.
-Sí, señor - respondío Orlok.
Jurian lanzó un grito de furia, lanzando el intercomunicador contra el suelo. Salío medio corriendo del baluarte de la Legión Negra. Se acercó a la catedral en ruinas. Abrió las puertas mirando atónito a las figuras del Emperador y de otros santos. Todas estában destrozadas, las vidrieras estaban hechas añicos, los bancos los abían apartado. Donde antes estaba el altar, ahora había el dibujo de una estrella de ocho puntas, y en cada estremo de la estrella, unas llamas rosadas. Esto asustó Jurian. ¿Habría hecho bien pactando con los dioses oscuros? Procuró pensar en otra cosa, se acercó donde Ahriman, quien estába recitando palabras en un lenguaje nunca oído. A su lado había otro psíquico, Umbarus, el favorito de Ahriman. A sus pies había una roca, y sobre esta la cabeza de un tirano de enjambre. Umbarus tenía puestas sus manos puestas sobre la cabeza del horrendo alienígena, que iluminaba la nave. Jurian se acercó a Ahriman:
-¿Por qué no previste la llegada de los Marines Espaciales? Estamos perdiendo terreno. ¡Ni siquiera sus marines pueden hacerles frente! - gritó Jurian.
-Relájese, futuro gobernador. Los nervios le están frustrando. A esos marines les está aguardando una sorpresa, pero necesitaré su ayuda. Pero por ahora, vaya a la base principal y tómese un descanso. Ah, una cosa más. Continue enviando soldados al frente, si no quiere que perdamos terreno - dijo irónicamente Ahriman.
-¡Pero son mis hombres! ¡No quiero que pierdan sus vidas de esta manera! - protestó Jurian.
-Le aseguro, señor Jurian, que no tienen ya nada que perder - explicó el psíquico.
Umbarus tras oír el comentario de su maestro, comenzó a reír. Jurian sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo, viendo cuál era su error, pero comprobó que ya era demasiado tarde, por lo que siguió el consejo del poderoso psiquico.

-Umbarus, ¿has conseguido meterte en la mente del gran devorador?, - preguntó Ahriman.
-Sí, ya queda poco, pronto dejaremos de enviar más refuerzos al frente, y a cambio recibiremos más sacrificios para abrir la puerta - dijo el aprendiz, sonriendo.
-Sí, sólo unos pocos más...

* * *

CAPÍTULO 2 – Un mal augurio

-Lord Calgar, ¿iniciamos el ataque?, - dijo el gobernador.
-Sí, prepare a sus tropas. En una hora comenzaremos, - contestó.
-Sí, Milord.
El gobernador caminó erguido por el pasillo del búnker. De repente, se empezaron a oír gritos. El gobernador corrió hacia la puerta, la abrió y vio a uno de los psíquicos autorizados enloquecido, corriendo de lado a lado.
-¡El fin ah llegado! ¡La muerte caerá desde los cielos! ¡Terribles criaturas emergerán de las profundidades! Sus dioses reclaman nuestras almas. Los cielos se bañan de sangre… de nuestra sangre…
Un sacerdote corrió hacia el psíquico, activando su espada-sierra y, cuando fue a darle el golpe de gracia, el psíquico explotó, salpicando todo de sangre y esparciendo sus vísceras.
Todos los hombres allí presentes comenzaron a desesperarse. Su miedo aumentaba cada vez más. Un soldado no pudo más, y corrió entre sus compañeros, intentando escapar de aquel lugar, pero para su mala fortuna, se cruzó con un comisario:
-¿Intentando huir, soldado?, - preguntó el oficial.
-S…S… No, señor, - respondió.
-Sea sincero. ¿No querrá romper el protocolo?
-No, señor, - dijo el soldado.
-Entonces, ¿estaba intentando escapar?
-Sí, señor, - suspiró.
-Como bien sabéis, - gritó el comisario -, todo aquel que abandone su posición o intente huir será castigado…
-P…Pero señor…
-¡Será castigado con la muerte!, - gritó, mientras amartilló su pistola bólter.
El soldado dejó escapar un gemido al ver el cañón del arma que iba a acabar con su vida.
-¡Alto! ¿Qué cree que está haciendo?, - gritó un ultramarne. Sus condecoraciones indicaban que era uno de los Maestros de la Guardia de Honor de Marneus Calgar. Aparentaba ser joven, no hacía mucho que le habían ascendido. Portaba un estandarte azul, que tenía bordado el águila imperial sosteniendo un cráneo.
Llevaba una capa roja, que le cubría la espalda. En su mano derecha portaba una espada de energía. La empuñadura de esta era dorada, con muchos detalles en ella. Había sido forjada con sus propias manos tras haber sido ascendido a sargento años atrás. Una espada que había conocido a cientos de enemigos del Emperador y había derramado la sangre de estos en Su nombre.

El comandante se acercó lentamente al comisario, que seguía apuntando al soldado, sin apartar el dedo del gatillo.
-Deje de apuntar al soldado, comisario.
-Debo seguir el protocolo, señor.
-No me haga utilizar el mío. Le aviso por última vez, baje el arma.
El comisario, frustrado, bajó el arma, mirando al capitán de forma desafiante. A continuación dio la espalda al capitán, maldiciéndole por lo bajo.
El líder ultramarine se agachó, diciendo:
-Levántate soldado. ¿Cuál es tu nombre?, - preguntó el marine.
-Arduik, señor, - respondió -, Arduik Phelps.
-Así que Arduík Phelps. Yo soy el capitán Epsilon. Por curiosidad, ¿naciste aquí, en este planeta?
-Sí, señor. Me crié en el sur, pero me alisté en el ejército y fui destinado aquí, al norte.
- Aun así, ¿por qué intentabas huir? ¿Ibas a dejar que los enemigos del Emperador tomen este mundo? ¿Dejarías que acabaran con las gentes de este planeta?
-No, señor. Jamás. Lucharé en Su nombre, hasta la muerte, - dijo, poniéndose firme.
-Está bien. Reúnete con tu unidad. Nos vemos en el combate, - contestó sonriendo.
El soldado corrió junto a sus compañeros, que miraban atónitos a lo ocurrido. El capitán se aproximó al comisario.
-¿Por qué ha hecho eso, capitán?, - gritó el comisario.
-Prefiero tener a un soldado asustado que a ninguno. Tienen miedo, y es normal, pero se lo podemos quitar, y acabando con sus vidas no es la mejor manera, - explicó.
El comisario echó otra mirada desafiante al capitán y le dio la espalda de nuevo.
-¡Nos veremos en la batalla, capitán!, - gritó -. Veremos quién tiene razón…, - susurró.

* * *

-Hemos acabado con la mayoría de los soldados enemigos, señor, - dijo el sargento.
-De acuerdo. Proseguid con el ataque, - Contestó el líder rebelde.
-Sí, señor.
Jurian caminó por la base, caminando de nuevo hacia la catedral. Umbarus continuaba sujetando la cabeza del alienígena. Cerca estaba Ahriman, quien procedía con la gran invocación. El líder rebelde se acercó hacia el poderoso psíquico. Se detuvo a pocos metros de este y fue a hablarle, pero Ahriman se antició:

-Le noto nervioso, - dijo.
-¿Cuánto queda para que lleguen los refuerzos? No veo a nadie en la base, ¡y pronto responderán!
-Solo necesito unos minutos… y a algunos de tus soldados.
-De acuerdo, - dijo, mientras agarraba su intercomunicador -. Traigan a quince soldados a la catedral. ¡Rápido!
A los pocos minutos llegaron. Según entraron se sintieron horrorizados al ver lo que habían hecho a aquel lugar sagrado. Se acercaron lentamente a su comandante.
-Bueno, ¿qué quiere de ellos?
-No creo que quiera saberlo… Venga, acercaos, - ordenó Ahriman.
-¿Q…Qué quiere de nosotros?, - preguntó un soldado.
-Únicamente quiero vuestra sangre, para poder completar la invocación.

Los soldados intentaron moverse para salir de aquél lugar, pero una fuerza les retenía. Empezaron a ascender, gritando a causa del miedo que recorría su sangre, sangre que iba a ser derramada en unos instantes. Se detuvieron a varios metros del suelo y, de repente, explotaron, salpicando la zona de sangre y el rostro horrorizado de Jurian.
-El sacrificio está completado. Movilice a sus tropas. Es hora de llevar la muerte a los hijos del falso Emperador.
Jurian cogió su intercomunicador, dando la orden de atacar. Al rato, se empezaron a oír los motores de los pocos blindados que aún les quedaban., entre ellos un Shadowsword, que había sobrevivido a cientos de batallas. El líder rebelde salió corriendo para reunirse con sus hombres, sin poder olvidar la sangrienta escena que había visto momentos antes.

Ahriman se acercó a su avanzado discípulo:
-¿Te falta mucho?
Umbarus no dijo nada. Únicamente miró al cielo y soltó una carcajada.
El maestro observó las numerosas ramas que inundaban el cielo, volviéndolo de un todo rojizo.
Inmediatamente partieron hacia la batalla algunos de los marines de los Mil Hijos.

* * *

CAPÍTULO 3 – Difícil decisión

-El enemigo avanza, señor, - dijo el jefe de comunicaciones.
-Que los básiliks se preparen para limpiar el terreno. Envíen a la cuarta compañía de Leman Russ a la ciudad. Que los baneblades se mantengan a la retaguardia, - ordenó el gobernador-. No podemos fracasar…

Calgar salía del bunker ya preparado para el combate Sus guanteletes, que habían llegado a acabar con un avatar eldar, con la vida de millares de xenos, relampagueaban deseando acabar con más enemigos del Emperador. Al igual que el gobernador, ordenó al capitán Sicarius, quien se encontraba con la segunda compañía en el sector oeste, que iniciara un ataque por el flanco de los marines traidores.

Epsilon se encontraba realizando sus últimas oraciones antes de entrar en combate. Se estaba armando de furia para enfrentarse a un eterno enemigo. Se puso de pie, amartilló su bólter y comenzó a caminar hacia la base, pero se detuvo. Sus sentidos más desarrollados que los de un humano normal le permitieron captar una presencia. Se giró, apuntando con su bólter a un xeno.
-¿Quién eres?, - gritó Epsilon.
-Tu no me conoces, pero yo a ti sí, Epsilon, - dijo el extraño.
-¿Qué quieres? ¿A qué has venido?
-En la ciudad os espera una trampa. La disformidad alterará la realidad en la que nos encontramos, trayendo centenares de demonios que reclamarán nuestras vidas.
A su vez, caerán del cielo criaturas que se alimentan de mundos enteros.
-¿Tiránidos?, - preguntó.
-Sí, pero aún hay más. Bajo este mundo se encuentran unas criaturas más peligrosas que las anteriones. Los necrontyr.
-¿Qué? ¿Cómo sabes todo esto? ¡Muestra tu rostro!

El extraño alzó las manos, quitándose su casco. Cayó una larga melena roja oscura sobre su espalda. Se podían apreciar unas orejas apuntadas. Tenía unos ojos verdes esmeralda, una piel blanquecina y en su frente, un símbolo qué Epsilon supo identificar.
-¡Eldar!, - gritó, desenfundando su espada.
-Alto, humano. No es el momento de enfrentarnos. Eso será más adelante. Ahora debemos unirnos para acabar con un enemigo común, - explicó.
-Le daré el mensaje a mi superior.
-No. Se lo diré yo personalmente, - dijo, mientras aparecían de entre las sombras tres guardianes para escoltar al vidente, que acompañaron a Epsilon.



Se acercaron al bunker de mando. A su alrededor, decenas de soldados miraron sorprendidos a la figura del capitán seguido por los cuatro alienígenas.
Epsilon se acercó al centinela, atónito al igual que el resto.
-He de hablar con Lord Calgar, - dijo -, es importante.
El centinela asintió. Al poco rato, entraron en el bunker. Un soldado les condujo por un túnel que llevaba a una gran sala. Les indicó que entraran, manteniéndose firme junto a la puerta.
Una gran pantalla abarcaba la gran pared del fondo. Mostraba imágenes de la ciudad, con coordenadas y puntos clave.
Epsilon se acercó al señor del capítulo, que estaba mirando la pantalla. Se inclinó y le explicó lo sucedido.
Calgar se acercó al vidente y le exigió que le dijera todo lo que sabía.
El xeno sonrió:

-Como bien sabéis, los rebeldes han realizado un pacto con el Caos. Estos últimos, dirigidos por el psíquico Ahriman, han invocado a cientos de demonios para acabar con nosotros, pero eso no es todo. El favorito de Ahriman, Umbarus, tiene un poder tan alto que ha conseguido entrar en la mente del Gran Devorador. A traido una flota enjambre tiránida que controla el mismo, o al menos eso cree el resto del consejo.
Esa es la razón de por qué estamos aquí, dispuestos a ayudaros. Y aún hay más, y esto será vuestra decisión. Si luchamos a vuestro lado, una fuerza poderosa saldrá de las entrañas de este planeta, los siervos de los C’tan.
-Los Necrontyr…
-Sí. Si actuamos en esta batalla, percibirán nuestra tecnología, y se alzarán para destruirnos. Si luchamos y fracasamos, nuestros enemigos tendrán un destino similar.
En cambio, si no actuamos, nos iremos como hemos venido. Los necrontyr no atacarán, pero no podremos ayudaros a frenar a los tiránidos.
-Es una difícil decisión, eldar…, - susurró el señor del capítulo -, pero necesitaremos toda la ayuda posible.
-De acuerdo, prepararé a mi ejército, - comentó el vidente mientras salía del bunker.

Calgar se giró:
-Hermanos, - dijo a los maestros del capítulo -, la batalla nos espera.
Los cinco grandes señores del capítulo salieron del bunker. Calgar preparó a las tropas de la guardia y a los marines que quedaban en la base. Les gritó las razones por las que allí estaban, por quién luchaban.
A continuación entró en su Land Raider personal, seguido de su guardia de honor y de los 4 grandes maestros, entre los que estaba Epsilon. El joven susurró para sí:
-Valentía y honor.

* * *

Jurian se dio la vuelta, buscando a Ahriman. Sentía una presencia entre las sombras. El miedo recorriá su cuerpo, y este fue mayor al ver a una criatura mucho más grande que un marine espacial. Tenía seis extremidades, cuatro de ellas con unas afiladas garras, que salían de su cuerpo, y de su boca, un grupo de tentáculos, moviéndose como serpientes rastreando el lugar. Jurian cayó al suelo, retrocedió con ayuda de sus brazos, pero era incapaz de sacar su arma para poder defenderse.
La criatura dio un paso y se dispuso a atacar a su presa pero, de repente, la criatura se paró en seco.

-E…Es un milagro. Alabado sea el Emper…, dijo el líder rebelde.
-Será mejor que dejes de creer en tu falso Emperador. ¿No querrás que se enfaden los Dioses Oscuros? – dijo una voz.

Jurian se olvidó de la criatura, se levantó y miró a su espalda. Era Umbarus, con la cabeza tiránida en la mano.

-Magníficas criaturas los lictores, ¿verdad? Se infiltran entre el enemigo, escondidos entre las sombras y luego acaban con su rival, - comentó.
-¿C…Como lo has he…hecho?, - tartamudeó.
-La verdad, un humano corriente como tú no soportaría saberlo, - dijo, sonriendo. El psíquico miró al lictor, se acercó y susurró:
-Atacad cuando de la señal.
El alienígena giró su cabeza, y corrió hacia un edificio, desapareciendo entre las sombras. Umbarus miró a Jurian, todavía en el suelo.
-¿Todavía sigue ahí? Sus hombres le esperan. Vaya con ellos…
El líder rebelde hizo caso, y se acercó al Chimera que le esperaba al doblar la esquina.


* * *

Envio editado por: 1_Epsilon_1, el: 2009/07/04 21:16

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[b:1n48qslz][url=http://lafortalezadehera.mforos.com/:1n48qslz]LA FORTALEZA DE HERA[/url:1n48qslz][/b:1n48qslz]

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14 años 9 meses antes #34192 por 1_Epsilon_1
CAPÍTULO 4 – Una ayuda inesperada

La espada Talassarana de capitán Sicarius separaba en dos a los enemigos que se ponían en su camino. Subió de un salto a una roca, señalando al enemigo:
-Nuestro objetivo es aquella estructura. Hermanos, destruidlo. ¡Por Gulliman!
Un grupo de guardias rebeldes se acercó al capitán Sicarius, dispuestos a enfrentarse a él con una furia implacable, pero para su desgracia, el impacto de una granada de los traidores junto al capitán le hizo perder el equilibrio, cayendo sobre los rebeldes y aplastando con su armadura y su propio peso a los guardias rebeldes próximos. Se incorporó y corrió hacia un guerrero del caos desprevenido. Le asestó una patada en las piernas, cayendo el traidor de rodillas, y con un suave movimiento horizontal separó la cabeza del traidor del cuerpo. La sangre salpicó el caso del veterano, que corrió a enfrentarse a más enemigos. El punto de invocación estaba cerca. Necesitaba capturarlo, o todo se pondría a favor de los rebeldes.

Un escuadrón de guardias, seguido de algunos Chimeras y Leman Russ aparecieron por el lado opuesto, quitando presión a los ultramarines. Los traidores se encontraban en fuego cruzado, pero aún así muy pocos se intentaron poner a cubierto. Algunos ni siquiera oponían resistencia.
Para la desgracia de Sicarius, descubrió que el objetivo de los traidores era derramar toda la sangra posible, ya fuera la suya o la del enemigo para proteger el punto de invocación, a la vez que aumentaban el número de sacrificios, pero ya era tarde. Muchos soldados, tanto imperiales como rebeldes habían caído.
Ante los ojos de los presentes, una esfera formada por un líquido negro ascendía sobre el punto de invocación. De los suelos empezaron a salir unos ganchos oxidados, que penetraron en la esfera, liberando una oleada de rayos que impactaron en todo lo que tenía próximo. A los pocos segundos la pequeña tormenta cesó, liberando una onda sónica, que abrió un cráter en el suelo, bajo la masa negra, lanzando a muchos soldados por los aires.
Se empezaron a oír ruidos tenebrosos, que parecían salir de la materia negra. Un destello cegó temporalmente a todos los presentes en la zona y, tras haber recuperado la cisión, centenares de demonios aparecieron entre todos, atacando a los ultramarines y a la Guardia.

Cabía destacar la presencia de cuatro demonios, mayores que el resto, que acababan con suma facilidad con las unidades más poderosas.
Sicarius había oído hablar de ellas, pero nunca las había visto en combate: Nurgle, el portador de la Plaga. Llenaba de enfermedades a todo aquel con una mente débil que estaba próximo a él. Slaanesh y Tzeentch, rivales de los Eldars y los hombres. Pero a Sicarius le llamó más la atención aquel que en su mano portaba un hacha, y en la otra un látigo flamígero. La cabeza de la criatura estaba adornada por unos largos cuernos y unos afilados dientes. Se alzaba sobre dos patas en forma de cabra, y portaba una armadura dura como el adamandio, impenetrable: el Devoradores de Almas de Khorne.

-Solicito refuerzos, y rápido, Lord Calgar. ¡Las cosas se han complicado en el sector Oeste!, - dijo el capitán.

Unas luces aparecieron sobrevolando el cielo. Algunos guardias imperiales las veían, quedando impresionados. Los marines que las vieron, continuaron luchando, temiendo lo peor. Las luces se aproximaron, llamando la atención de muchos demonios que, al mirarlas, quedaron cegados temporalmente.

Simultáneamente, las luces empezaron a descender y, al llegar al suelo, aplastaron con sus pies a varios demonios. A su vez, las criaturas disformes de alrededor fueron acribilladas con los proyectiles de sus armas.
Al poco tiempo, arribaron el resto de los misteriosos ayudantes. Los rhinos y chimeras de los aliados llegaron arrollando a varios demonios. De su interior descendieron grupos de mujeres armados con bólteres y lanzallamas, con los cuales limpiaban el campo de las infames criaturas.
De uno de los rhinos bajó una mujer que destacaba entre el resto. Una chica rubia, de ojos azules. En su mano portaba una espada relampagueante, con la que empezó a matar a los demonios.

-Vamos hermanas, ¡acabad con todos!, - gritó la guerrera.

El capitán Sicarius quería saber quién era la líder que les estaba ayudando. Corrió hacia la mujer, disparando a los demonios que estaban en su camino. Al llegar, se quitó rápidamente el casco, mientras atacaba con su espada a los demonios de alrededor.
Se puso espalda con espalda con la guerrera. Esta percibió la presencia del capitán y gritó:

-¡Al gran demonio!

Ambos corrieron hacia el demonio con alas de grifo y pico de halcón. La criatura vio que se acercaban. Intentó golpear con su báculo a la valiente guerrera, esquivándolo sin problemas y, sucesivamente, se agarró a él. El Gran Demonio, conocido como Slaanesh, alzó de nuevo su báculo, para golpear al capitán ultramarine. Sicarius había perdido de vista a la guerrera, pero continuó corriendo. De repente, vio un destello sobre el demonio. La armadura azul metalizada de la guerrera llamó la atención de varios guerreros. El demonio se tambaleó, queriendo tirar al suelo a la mujer, pero estaba bien agarrada a la piel de la criatura, por lo que sus esfuerzos eran inútiles. En ese momento, Sicarius aprovechó la distracción del demonio para correr hacia las patas del monstruo. Desenvainó su espada y, con un giro, cortó los talones del demonio, haciéndolo perder el equilibrio, acompañado de un agudo grito de dolor. En ese instante, la guerrera clavó su espada en la cabeza de la criatura, la cual cayó al suelo sin vida. El cuerpo del demonio comenzó a arder en unas llamas rosadas, desapareciendo del mundo material.

-¿A qué orden pertenece, hermana?, - preguntó Sicarius.
-Soy la canonesa Erika, de las Llamas Celestiales de Terra.
-¿Y qué hacen combatiendo en este alejado planeta, en la frontera?
-Los psíquicos anunciaron una apertura de la disformidad y debíamos acabar con ella.
-¿Y cuál es su plan, hermana?, - Preguntó Sicarius.
-Destruir los tres pilares que sujetan la puerta.

Poco a poco, los grandes demonios fueron cayendo, solo uno continuaba estando en pie: el Devorador de Almas.
Erika y Sicarius no podían llegar hasta la puerta disforme. No paraban de salir de demonios que entretenían a los comandantes.
A la media hora, se empezaron a oír los motores de tanques. Tanto a los Ultramarines como a los guardias, comenzaron a sentirse nerviosos, temiendo la llegada de carros enemigos para defender a los rebeldes.

* * *




CAPÍTULO 5 – Venganza

-Hermanos, ¡a retaguardia!, - gritó Sicarius.

Bastantes marines se giraron, preparados para el ataque, mientras las hermanas de batalla y la guardia imperial se enfrentaban a los demonios.
La humareda de la que provenían los ruidos de los motores de los tanques empezó a desaparecer. Se comenzaron a apreciar las siluetas d eun grupo de tanques, pero cuando un sargento vio os colores de su capítulo, gritó:

-Hermanos, ¡echad a un lado, llegan los refuerzos!

El Land Raider Maximus, liderando a una compañía de Leman Russ, Predators y Land Raiders llegó a la zona. Cuando se aproximaron a los traidores, de los Land Raiders bajaron tres decenas de exterminadores, disparando con sus bólteres de asalto y asestando golpes con sus puños de combate. Pero no todo estaba acabado. El Devorador de Almas seguía causando bajas entre los imperiales. Cinco de los exterminadores intentaron acabar con el gran demonio. Le golpearon con sus poderosos puños, pero sólo consiguieron llamar la atención de la criatura, la cual golpeó con un solo movimiento de su hacha a los cinco veteranos, acabando con la vida de tres de ellos.
Calgar, desde su tanque, el cual se estaba aproximando a la fisura, vio lo ocurrido. Una rabia y sed de venganza llenó su cuerpo y golpeó el botón para abrir la compuerta del tanque. Corrió hacia la temida criatura, a la que maldecía mientras arrollaba a todo el que se ponía en medio.
El demonio percibió la presencia del gran héroe, dándose la vuelta para acercarse a él. Saltó y agitó sus alas, volando hacia el poderoso rival. Los dos héroes, cara a cara, comenzaron el combate. El devorador tomó la iniciativa, atacando primero, pero pese al peso de la armadura de Calgar, se movió con mucha agilidad, esquivando el ataque. A su vez disparó a una de las patas de la criatura, perforándola, y provocando la caída de la criatura al suelo, pero se ayudó de sus brazos para no caer.
En ese momento, Calgar se agarró a uno de los cuernos del demonio, la cual, para deshacerse de él, se alzó, tambaleándose, pero ya era tarde. Calgar golpeó con su guantelete en la nuca del monstruo, aturdiéndolo. Repitió el golpe con su otro guantelete. Volvió a dar con el derecho y, saltando dando medio giro en el aire, golpeó con los dos puños juntos en la testa de la criatura, aplastando el cráneo del demonio, mientras el comandante caía sobre su rodilla.
Todos los guerreros, tanto traidores como imperiales, quedaron impactados ante el combate.
Cuando Calgar volvió a ponerse en pie, gritó:

-Hermanos, limpiemos este mundo de los poderes ruinosos.

Los marines, hermanas de batalla y guardias imperiales se armaron de valor, y empezaron a acabar con los enemigos del Emperador.
El valeroso señor de los Ultramarines ordenó por su intercomunicador un ataque orbital a la fisura de la disformidad. A los pocos segundos, una serie de explosiones cayeron sobre la estructura demoniaca. Los soldados atendían expectantes al bombardeo, temiendo que la puerta no fuera destruida, pero los continuos bombardeos eran intensos, y la estructura demoniaca no pudo resistirlos. Los pilares metálicos cedieron, provocando la desintegración de la fisura de la disformidad, cerrando la entrada al mundo real a los demonios. Poco a poco, los rebeldes iban siendo diezmados, por lo que decidieron retirarse, mientras los pocos demonios que quedaban les cubrían la retirada.

-¡Hermanos, la victoria es nuestra!, - gritó Calgar.

Todos respondieron con un grito al unísono.
A los pocos minutos, los demonios habían sido aniquilados.

-Estableced una base en esta posición, hermano Tectius, - dijo Sicarius.
-Sí, mi capitán, - contestó el tecnomarine.

* * *

-Señor, señor, ¡los imperiales han destruido la puerta a la disformidad! ¡Estamos perdidos!, - gritó un soldado rebelde.
-No perdáis la cabeza, atrincheraos en esta zona. Estableceremos u punto defensivo. No todo está perdido, - dijo Jurian.
-Pe…, per…, pero… si no nos quedan efectivos. Nuestros tanques están casi todos destruidos, y el baneblade inmovilizado…
-¡Te he dicho que no te preocupes! Ahora establece aquí una maldita trinchera. ¡Es una orden!
Mientras tanto, Jurian se preparaba para dirigir a los pocos soldados que habían sobrevidido.

-Ya es la hora, - dijo Ahriman.
-De acuerdo, estoy preparado. ¡Hijos del Caos, adelante!
Todos los guerreros que quedaban subieron a los rhinos, que avanzaron hacia la base imperial.
A mitad del camino, Umbarus ordenó la detención del tanque, se bajó, dejando que el rhino prosiguiera su camino:
<<Adelante, acabad con vuestros enemigos. No dejéis a ninguno vivo…>>, - pensó Umbarus. De repente, empezaron a salir centenares de criaturas con seis patas corriedo hacia el psíquico. Los tiránidos acababan de llegar, pero no atacaban al psíquico, sino todo lo contrario, le esquivaban.

-Muerte al Falso Emperador… - dijo el psíquico.

* * *

CAPÍTULO 6 – Viejos conocidos

-Señor, malas noticias. Hemos avistado en la zona norte rastro de unos xenos. Los escáneres confirman que hay tiránidos en el planeta, y parece que van en dirección a la base, - dijo el explorador.
-Gracias, hermano, - respondió Sicarius. El capitán corrió hacia Marneus Calgar, quien estaba realizando una plegaria:

-Milord, avistamiento tiránido en el norte. Vienen hacia aquí, - dijo Sicarius.
-Bien, hermano. Capitán Epsilon. Lleve a tres escuadras tácticas a la zona este. Rastree el lugar y aniquile al enemigo, - ordenó Calgar.
-Sí, Milord, - respondió Epsilon.
-Capitán Sicarius, prepare a las tropas. Es la hora de aniquilar a la escoria tiránida.

El gran guerrero se acercó a las trincheras. Ordenó a los tecnomarines la construcción de torretas. Di aviso a sus hermanos, quienes se prepararon inmediatamente. Las hermanas de batalla prepararon sus lanzallamas y bólteres pesados. A continuación subieron a los edificios próximos, para cubrir el perímetro de seguridad.
Los tiránidos estaban cada vez más cerca. Empezaron llegando un gran grupo de enjampres, que no tardaron en arder bajo las llamas de los lanzallamas de las hermanas y de los marines.
Después llegaron los gantes y hormagantes, y entre ellos, los terribles carnifex y tiranos de enjambre. Los devastadores de la segunda compañía disparaban a estas criaturas, pero la mayoría de los disparos rebotaban en sus caparazones.
La batalla iba a ser larga.
Una pila de cadáveres alienígenas se iba acumulando a lo largo de la calle, pero eso no retenía alas viles criaturas.

El radar comenzó a pitar. El tecnomarine ignoraba el porqué. Era imposible que hubieran penetrado en la base. Cuando el tecnomarine se giró, se dio cuenta de su error. Un lictor le golpeó con su zarpa en la cara, lanzándole por los aires. Después, el xeno saltó hacia su presa, atrapándolo en el aire y dividiendo al marine en dos. Al instante, se empezaron a oír los gritos de los guardias, corriendo de un lado para otro, procurando evitar a los lictores. Algunos marines corrieron hacia las criaturas, pero su armadura no les protegía de los poderosos ataques de los monstruos.
Los imperiales estaban rodeados. Solo un milagro podría salvarles.
De repente, aparecieron de la nada dos docenas de guardianes eldar, que comenzaron a disparar a los lictores, provocando su distracción, cosa que aprovecharon los marines para derrotar a sus viejos enemigos.
Un grupo de carnifex se aproximaba a las trincheras. Calgar se teleportó, junto a todos los exterminadores supervivientes, al centro de la batalla. Los carnifex se acercaron corriendo hacia ellos, mientas los valientes veteranos se preparaban para el asalto.
El choque fue brutal. Los golpes de los martillos de trueno y de los puños de combate aturdían a las criaturas e, incluso, rompían sus duros caparazones. El combate entre los héroes y las criaturas se prolongó. Pese a la muerte de tres de los exterminadores, habían conseguido derrotar a los monstruos.

Mientras tanto, Epsilon y las escuadras tácticas se acercaron al límite de la ciudad, donde había un grupo de imperiales, entre los que estaba el soldado Arduik, a quien había salvado antes del ataque.

-¿Y el resto?, - preguntó el capitán.
-Una fuerza necrona a emergido. El resto de las tropas se encuentra allí. Ordenaron a mi unidad ir en busca de refuerzos, ya que nuestros intercomunicadores se rompieron, - dijo el sargento.
-Le recomiendo que no vaya en esta dirección. Hay una gran horda tiránida acosando a la base, - explicó Epsilon.
-¿Tiránidos? ¿Aquí? ¿Cómo es posible?, - preguntó Arduik.
-No lo sé, es muy extraño, pero eso ahora no importa. Vamos a apoyar al resto en este combate, - ordenó Epsilon.
-De acuerdo, estamos a diez minutos de la zona.

Cuando llegaron, un numeroso grupo de guerreros metálicos estaba aniquilando a los imperiales. Una especie de pilón giró para apuntar al primer baneblade, y al cual disparó. El rayo verdoso dio de lleno en el tanque, atravesando su blindaje. El tanque entró en estado crítico, provocando una explosión devastadora en forma de hongo. La explosión alcanzó a otro baneblade, que fue dañado gravemente. Se veía como la tripulación de este último intentaba huir del vehículo, pero las armas gauss de los necrones acabaron con ellos.
Epsilon, las escuadras tácticas y la de guardias imperiales subieron a una colina para tener la suficiente visibilidad a la hora de disparar. Pero los necrones, pese a ser heridos, seguían poniéndose en pie.
De repente, por encima de las cabezas de los marines, pasaron unas naves que reconocieron rápido: Eldars. De algunos vehículos bajaron algunos guardianes y espectros aullantes, pero cabía destacar una presencia mayor, que llenaba de coraje a las tropas aliadas. El conocido avatar de Khaine eldar. Algunos de los necrones intentaban atacarle, pero la espada flamígera del avatar les destruía. Cuando eran golpeados ya no se volvían a levantar.
Hubo un momento en que Epsilon recibió un disparo que rebotó en la hombrera de su armadura, pero el impacto no era de un arma necrona, sino la de una pistola bólter. El disparo provenía de un imperial, concretamente de un comisario, que anterior mente había intentado acabar con la vida de Arduik.

-Ese soldado morirá. Necesitas disciplina, marine. ¡Hay que seguir el protocolo! – gritaba enloquecido el comisario.
-Comisario, le recomiendo que no lo haga. NO tiene por qué luchar conmigo, - respondió Epsilon, intentando tranquilizarle, en vano.

El comisario elevó su espada, e intentó golpear sucesivas veces al capitán, quien esquivaba los ataques echándose de un lado a otro.
De repente, un disparo gauss hirió al comisario en la espalda, cayendo al suelo, inmóvil. Este, con fuerzas de flaqueza, suplicó que acabaran con su sufrimiento. Arduik le escuchó. Quería acabar el mismo con su vida pero cuando fue a dispararle, Epsilon le detuvo.

-No debes hacerlo, - se giró hacia el comisario, - que el Emperador te acoja.

A continuación el capitán ordenó que los marines cargaran contra los guerreros metálicos.
Los eldars, mientas tanto, empezaban a sufrir pérdidas. Epsilon, a través del intercomunicador, ordenó el despliegue rápido de unos exterminadores. Inmediatamente aparecieron en el campo de batalla. Los necrones no podían resistir la ira de los ángeles de la muerte, pero seguía habiendo muchos con los que acabar. Epsilon vió entonces cual era el punto clave que evitaba que los necrones fueran derrotados: el pilón.
Metió la mano en el bolso de cuero que llevaba en la cintura, sacando una granada de color negro mate. Pidió ayuda al Emperador. Envainó su espada, y corrió a través de los cadáveres, humanos o alienígenas, aliados o enemigos, disparando con una mano su bólter y portando la granada vórtice en la otra. Se acercó al pilón, subió a una roca próxima a él, pulsó el botón para activar la granada y la lanzó contra la estructura. Un destello cegó a todos y una tormenta de rayos salió de la brecha en el mundo material recién abierta. El pilón había desaparecido. Los necrones comenzaron a retirarse, pero una continua lluvia de disparos acababa con ellos. Poco a poco, los necrones eran derrotados.
Epsilon cayó al suelo sobre sus rodillas. En su carrera había recibido disparos tanto aliados como enemigos. Su armadura estaba algo dañada, y había sufrido un golpe de un guerrero necrón que le había dislocado el brazo, pero eso no le importó. Había cumplido su propósito.

Ante la visión de todos los supervivientes, la fisura provocada por la granada no se cerraba. Además había tomado un nuevo rumbo, en el cual estaba épsilon, que no se daba cuenta del peligro.

-¡Cuidado, capitán! – gritó Arduik.

Epsilon se giró, pero ya era tarde. La fisura le había atrapado.

* * *

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14 años 9 meses antes #34193 por 1_Epsilon_1
CAPÍTULO 7 – La caída

Umbarus no paraba de enviar hordas y hordas de alienígenas contra los marines.

<< ¡Destruidles, destruidles!>> - Pensaba el psíquico. La cabeza tiránida empezaba a iluminarse, cada vez con más intensidad. La energía psíquica se acumulaba en la cabeza tiránido. De repente, se oyó un crujido. El cráneo se había partido, y Umbarus se dio cuenta de lo ocurrido. Arrojó la cabeza al suelo, fragmentándose en muchos pedazos. El psíquico empezó a huir del lugar. Corría entre las calles en ruinas, sin un rumbo fijo. Tropezó con una roca, cayendo al suelo. Umbarus quedó aturdido. Alzó la cabeza, y vio algo frente a él. Un tirano de enjambre, con sus afiladas cuchillas frente a los ojos del psíquico. Este intentó controlarle mentalmente, pero al tirano no le gustó la sensación de ser controlado, y le respondió de la misma manera. El psíquico gritó de dolor. La criatura le golpeó en el vientre, lanzándole contra una pared. La sangre salía de la boca del traidor. El tirano se le acercó y le clavó las afiladas cuchillas, acabando con Umbarus.

Ahriman sintió como su avanzado aprendiz caía. Ordenó a sus psíquicos que abrieran un portal al Ojo del Terror. A los pocos minutos, una puerta se abrió en la catedral. Los psíquicos comenzaron a atravesarla. Cuando Ahriman se dispuso a cruzarla, el líder rebelde entró en el edificio, gritando:

-Estamos perdidos, los tiránidos se han vuelto contra nosotros. ¡Haz algo, por favor!, - decía Jurian, desesperado.
-¿Yo? Esta batalla es tuya. Yo he cumplido mi parte. Ahora cumple tú la tuya.
-¿Qu… Qué?
-Te recuerdo que vendiste tu alma, la de tus soldados la de todos los hombres del sistema. Pero los dioses oscuros son piadosos, y ahora sólo quieren la tuya, - dijo el psíquico.
-N-No, por favor, - dijo, intentando escapar.

Ahriman alzó su mano. Un haz de luz salió de esta. Levantó su brazo. Jurian empezó a ascender, sin poder moverse. Sus gritos inundaban la nave de la catedral. Ahriman cerró la mano, y el cuerpo del líder rebelde explotó. A continuación, el psíquico atravesó el portal, cerrándose después.

* * *

Los marines, hermanas y soldados imperiales comenzaron a poner el combate a su favor. Los tiránidos eran una amenaza controlada, que fue aniquilada sin muchos problemas. Los exploradores informaron de la situación del enemigo: los marines traidores habían huido. Habían encontrado a un grupo de guardias rebeldes escondidos en unos bunkers, que se habían rendido.
El imperio se había alzado ante los poderes ruinosos, pero a un algo coste. Varios exterminadores y marines de la segunda y cuarta compañías habían caído en combate, pero sus semillas retornarían al capítulo.
Las hermanas continuaron inspeccionando la ciudad y alrededores, en busca de algún rastro herético.

Los eldars desaparecieron como habían llegado, en silencio, tras haberse asegurado de que no había sombra alguna de los necrones.
Poco a poco, la ciudad recuperó la normalidad.

-Gracias por vuestra ayuda – dijo el gobernador.
-Es un placer – dijo Calgar.
-Lamento la pérdida del capitán Epsilon.
-Todo el mundo lo lamenta, pero ahora está junto al Emperador. Ahora debemos regresar a Macragge.
-Antes de que se vaya. Venga conmigo – dijo el gobernador. Bajaron unas escaleras, abrieron una puerta, que daba a un túnel subterráneo. A mano izquierda había una puerta blindada. El gobernador la abrió. Entraron en la sala y se sentaron en la mesa. El gobernador tecleó en el ordenador una serie de códigos, apareciendo un grupo de imágenes sobre la mesa.

-Nuestros espías detectaron anomalías en la catedral de la ciudad. Parece ser que el cabrón de Jurian, el asesino de mi hijo, no era el líder, sino este psíquico. Probablemente habrá oído hablar de él: Ahriman. Debía de ser el que controlaba la situación, ayudado de este otro. La canonesa Erika me explicó que habían encontrado el cadáver del ayudante. Estaba completamente destrozado. Ellas se encargarían de deshacerse del cuerpo.
-¿Y no se sabe nada del traidor? – preguntó Calgar.
-No. Ahriman parece que huyó. El otro no lo sabemos. Puede que esté muerto, y si no, no supone una amenaza. De todos modos enviaré algunas tropas especializadas en la busca y captura.
-Está bien. Que el Emperador esté con vosotros, - dijo, mientras se lenvantaba.
Salieron de la sala. A las puertas del edificio había una Thunderhawk esperando al señor del capítulo. Alzó el brazo y tocó la placa pectoral de su armadura. Luego entró en la nave. Los guardias imperiales respondieron de la misma forma. Todo volvía a la normalidad.

* * *



EPÍLOGO

<<Todo está oscuro. Todo está en silencio. Todo está frío. ¿Dónde estoy?>>.

Silencio.

<<Empieza a hacer calor. Algo me alumbra. ¿Quién anda ahí?>>.

Silencio.

<<Se oye algo, como una puerta metálica al cerrarse. También oigo voces. ¿Quiénes sois?>>.

Silencio.

<<No entiendo lo que decís. ¿Quiénes sois? ¿Qué es ese olor?>>.

Todo se volvió oscuro.

Abrí los ojos. Estaba en una sala de color blanco, con una intensa luz. La membrana an-sus, conocida como “el hibernador” se debía de haber activado. No recordaba nada. Se abre una puerta, entra un hombre:

-¿Ya has despertado? Creíamos que nunca lo harías. Te encontramos en el espacio, creyendo que estabas muerto, - dijo el hombre.
-¿Y mis armas? ¿A dónde nos dirigimos?
-Tus armas están sobre aquella mesa. Vamos a Macragge, en busca de tesoros y reliquias.
-¿Tesoros? ¿En Macragge? ¿Dónde está Lord Calgar?
-¿Calgar? No sé de quién me hablas. Y sí, en Macragge hay tesoros. Mira, ya llegamos.

Me asomé a la ventanilla. Vi un planeta, color desierto. No parecía Macragge.

-Eso no puede ser Macragge. ¿Y sus océanos? – pregunté.
-Lo lamento, pero ya no es lo que era. Los poderes ruinosos aniquilaron a gran parte de la población en nombre de sus malditos dioses. Convirtieron los planetas más bellos en rocas, en lugares inhabitables.
Lo siento, marine.

Me quedé mirando el planeta varios minutos. ¿Qué había pasado? ¿Quién fue el que lo había hecho? No lo sabía, pero juré vengarme.

CONTINUARÁ…

[url=http://img238.imageshack.us/i/firmainmaterium.jpg/:1n48qslz][img:1n48qslz]http://img238.imageshack.us/img238/650/firmainmaterium.jpg[/img:1n48qslz][/url:1n48qslz]

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14 años 9 meses antes #34194 por 1_Epsilon_1
SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO 1 -

Me levanté temprano. Caminé hacia la puerta, recorrí el pasillo. No había nadie despierto aún. Me acerqué al puente de mando. El capitán de la nave no estaba allí. Parece ser que había dejado la nave en el modo automático. Me acerqué a la ventana. Miles de estrellas brillaban en el fondo negro. Empecé a recordar mi infancia, antes de ser elegido para ser un marine espacial, cuando mi padre me llevaba por la tarde a las afueras del pueblo. Me hablaba de leyendas, las historias de las constelaciones. Pero pasó el tiempo, y poco a poco lo fui olvidando.
Desvié mi mirada a la derecha. Se podía apreciar un planeta. El capitán me contó lo sucedido allí hacía muchos años. Aún no me creía que Macragge fuera un planeta muerto. El Caos se había hecho con el poder de todo Segmentum Ultima. Había expulsado a los míos. ¿Cómo había sido posible? Ahora los Ultramarines no están. Han desaparecido. M’kar el Renacido había conseguido volver al mundo material, mucho más poderoso que nunca, y ni siquiera Lord Calgar pudo con él. Ahora la oscuridad se ha apoderado prácticamente de todo.
Oí unos pasos detrás de mí:

-¿Ya estás despierto? – dijo Trajan.
-Sí, no podía dormir, - dije.
-En unas horas entraremos en la órbita de Macragge.
-Pero, ¿no nos detectarán? – pregunté.
-Relájate. Cuando expulsaron a tus hermanos, las fuerzas del Caos partieron hacia otro planeta, en otro sistema planetario. Parece ser que están en una nueva cruzada. El Emperador está cada vez más débil, y se aprovechan de ello, - explicó Trajan.
-Aun así, ¿cómo es posible que cayeran los míos?
-Dicen que uno de los mejores psíquicos del capítulo fue seducido por el Caos, propagando esa corrupción entre la mayoría de los marines, y después entre gran parte de la población.
-¿Y quién lo originó? ¿Quién extendió esa corrupción?
-Lamentablemente nadie lo sabe. Yo no puedo ayudarte. Lo siento, - dijo Trajan.

Pasaron unas horas, Trajan y sus hombres se prepararon para entrar en la atmósfera de Macragge. La nave se tambaleaba, pero Trajan debía de tener experiencia en sus viajes, y no le supuso ningún esfuerzo controlar la nave.
Se comenzó a ver el inmenso océano del planeta. Nos acercamos a una ciudad industrial. Epsilon no la pudo reconocer. Llegaron al espacio-puerto. Tres hombres salieron a repostar la nave.
Trajan y su tripulación salieron de la nave, seguidos por Epsilon. El comandante de la nave se giró ante el marine.

-Nuestros caminos se separan aquí. Espero que encuentres las respuestas a tus preguntas.
-Adiós, Trajan, y gracias.
-Adiós, marine.

Trajan se reunió con su tripulación y se fueron.
Epsilon volvía a estar solo. Bajó por las escaleras. La calle estaba desierta. Caminó a lo largo de la calle. Al fondo de estas había unos niños jugando. Cuando Epsilon se acercó a ellos, le miraron, paralizados. Epsilon se agachó, pero salieron corriendo. Continuó caminando. No había nadie en las calles, pero se sentía observado por las gentes desde sus casas. Continuó caminando, pero una voz grave dijo:

-¡Marine!

Epsilon se giró. Un anciano se aproximaba al capitán. Una de sus piernas era biónica. Vestía una túnica algo sucia y una barba blanca. En su mano portaba un bastón de madera, tallado a mano.

-Sígueme. Tengo que hablar contigo – dijo el anciano.

Epsilon le hizo caso, y caminó detrás de él hacia una especie de taberna.
Estaba casi vacía. Había tres hombres bebiendo, que miraron al capitán con chulería, intentando impresionar al capitán, quien no les hizo caso. Se sentaron en una de las mesas del fondo. El anciano comenzó a hablar.

-¿Qué hace un Ángel de la Muerte en este humilde barrio? ¿No fuisteis expulsados por los poderes ruinosos? – preguntó el anciano.
-Eso me han dicho – contestó Epsilon.
-Soy Reth, uno de los viejos de la zona. Vi a más como tú hace muchos años, cuando era un niño. Pero ya habíais sido expulsados del planeta. Venían a comerciar, realizar exploraciones y luego se marchaban. Los poderes ruinosos estaban aún presentes, lo que les hacía vulnerables, y por tanto también a nosotros.
-¿Sabes quién fue el responsable?
-Desgraciadamente no. Pero puedes comenzar a buscar en el Norte, en la fortaleza monasterio abandonada de tu capítulo.
-Tenía en mente ir allí, pero estoy a cientos de kilómetros. Además necesito un transporte para cruzar el desierto.
-Creo que eso no es mucho problema. Quizás pueda ayudarte.

Reth se levantó, indicando a Epsilon que lo siguiera. Salieron de la taberna, recorrieron las calles asoladas, y llegaron a una pequeña casa, en la que entraron. Estaba desordenada. Se acercaron a una puerta. Reth cogió una llave que llevaba atada al cuello. La insertó en la cerradura, abriendo la puerta. La sala era oscura y estaba vacía. Sólo había algo cubierto por una enorme tela en el centro de la sala. El anciano encendió la luz, se acercó al objeto y retiró la funda. Cuando Epsilon lo vio sonrió.

-¿Cómo la has conseguido?
-Cuando estaba en el ejército y comenzó la guerra entre tus hermanos, cientos de cadáveres y vehículos quedaron abandonados en el desierto. Los traidores vencieron, expulsaron a tus hermanos y abandonaron el planeta. M’kar el Renacido controla, junto con otros traidores, casi todo el sistema. Los marines no han regresado. Al principio lo intentaron, pero sin resultados. Mi regimiento fue en busca de supervivientes a la zona. Recogieron todos los vehículos que podían ser reparados y quemaron los cadáveres, por miedo a extender la corrupción. Yo era joven, y sentía la curiosidad por algunos de estos vehículos. Conseguí esconder una de las motos entre unas rocas. Durante mi período de descanso, regresé a la zona. Afortunadamente la moto seguía allí. La arena se había metido en el motor de la moto, pero no me preocupó. Llevé con dificultad el vehículo a mi casa. La limpié y reparé los daños. Desde entonces la mantuve escondida aquí, y creo que es el momento para que regrese con sus dueños.
El depósito está medio lleno. Espero que aun así te sirva.
-Gracias, Reth – dijo Epsilon.
-Espero que descubras al culpable de todo esto. El norte se encuentra en esta dirección. Ve con el Emperador, - dijo, mientras abría una puerta.
-Igualmente, y gracias de nuevo.

Epsilon montó en la moto. Encendió el motor de esta y salió de la pequeña sala. En la calle no había nadie, por lo que no se preocupó de ir con cuidado. Salió de la ciudad, tomó dirección Norte y recorrió el desierto.

En su juventud como marine, cuando le entrenaron con las motos del capítulo, le explicaron lo resistentes que eran y el funcionamiento de estas. Además le enseñaron cuanto recorrido llegaban a realizar sin rellenar el depósito. Cuando salió el depósito estaba a la mitad. La ciudad en la que había estado era la más próxima a la cordillera del Norte, donde estaba la antigua fortaleza Ultramarine. Con suerte llegaría sin problemas.
Pasaron unas horas pero, desafortunadamente, el combustible se había acabado. Tendría que continuar a pie. El desierto del Norte de Macragge era muy frío, pero las temperaturas parecían haber ascendido a lo largo de los años, lo que hizo que el recorrido no fuera tan duro.
Empezó a oscurecer, pero Epsilon continuó caminando. Su visión mejorada le permitía ver en los lugares más oscuros. Las montañas se veían cada vez más próximas. El final de su recorrido estaba cerca, pero aún tenía que subir las montañas para llegar a su objetivo.

Epsilon pasó el resto de la noche allí, al pie de las montañas, pero cuando los primeros rayos del sol incidieron en su cara, se preparó y comenzó a escalar.
Las rocas eran afiliadas. Según ascendía, la temperatura era menor. Empezó a nevar, pero no le importó. No se detuvo en ningún momento. Deseaba saber la verdad, todo lo que había ocurrido.
Al atardecer había ascendido ya varios kilómetros. Se encontraba junto a la fortaleza monasterio Ultramarine. Epsilon suspiró, aliviado.

CAPÍTULO 2 – Esperanza

Una gran capa de nieve cubría la zona. Se abrió paso a través del agua helada. Pulsó el botón, pero la puerta no se abrió. Parecía ser que nadie había estado allí desde hacía décadas. Se acercó al panel de control, algo oxidado. Forzó la puerta del panel, extrajo una serie de cables, rompió algunos y los puenteó. Saltaron unas chispas, pero la puerta se abrió.
La nieve que cubría la entrada se metió en el baluarte. Epsilon entró. Se habían encendido algunos focos. Otros, a causa del tiempo, estaban fundidos o chisporroteaban. Giró a la derecha, abrió una puerta. La sala de ordenadores. Epsilon tenía esperanzas de encontrar allí alguna pista. Encendió uno de los interruptores, dando corriente a las luces y ordenadores de la sala. Se acercó a los de la izquierda y comenzó a buscar archivos. Parecía que todo había sido borrado, pero encontró una grabación audiovisual, protegida con un código. Intentó abrirlo con fechas, secuencias numéricas…

<<Esta es mi única pista, y no la puedo abrir. Veamos, números, contraseñas… ¡Eso es!>>

Epsilon recordó el sistema que utilizaban los servidores para codificar archivos. No eran números, ni fechas, más bien, la contraseña era la misma palabra. Epsilon comenzó a teclear:

CONTRASEÑA: contraseña

Epsilon sonrió. Un sistema sencillo, pero eficaz. Abrió el archivo, que comenzó a proyectar unas imágenes en la pantalla. El sonido estaba dañado, no se entendía lo que el emisor decía, pero afortunadamente el mensaje estaba también escrito:

++ Macragge – 999.937 ++
++ ¡Nuestros hermanos se vuelven contra nosotros! El epistolario Dionius les tiene bajo su mando. Tenemos que retirarnos inmediatamente. ++
++ M’kar el renacido ha traído la corrupción al norte del planeta. Está apoyando a Dionius. Lord Calgar ha caído a manos de ese traidor. Estamos diezmados. ++
++ El capítulo está perdido ++

++ BNNQCDMZCZR: BZKSITL – KTMZ RDOSHTL RDBTMCZ ++

++ Cierro conexión ++

Epsilon copió el archivo a un dispositivo y lo guardó.
El capitán pensó en un gran número de posibilidades sin resultado alguno, pero sabía que ahí estaba la respuesta. Salió de la sala. Volvió al ascensor, subió al piso superior y abandonó la fortaleza. Se aseguró de cerrar la puerta, para que nadie ajeno al capítulo profanara el baluarte. Caminó hacia el Culto Mechánicus. Entró y comenzó a buscar algún vehículo que no hubiera sido destruido o robado. Desgraciadamente no encontró nada, pero Epsilon se encontró peor al ver que los generadores de los dreadnoughs estaban desconectados. Los antiguos estaban muertos. Epsilon se llenó de venganza, pero comprobó que no todos estaban desconectados. Uno todavía funcionaba.
El dreadnough estaba en un campo de éxtasis. Epsilon se acercó al bípode. Acarició el blindaje frío del antiguo. Se acercó a la parte posterior y desactivó el campo. De repente, una voz grave habló:

-¿Quién me ha despertado? ¿Es la hora de luchar por el Emperador?– dijo el antiguo.
-No aún, hermano, - contestó el capitán.
-Entonces, ¿por qué me has despertado?
-Necesito consejo, hermano.
-¿Quién eres, pues?
-El capitán Epsilon, de la cuarta de los Ultramarines.
-¿Epsilon? Imposible. Epsilon cayó hace décadas, antes de la guerra entre hermanos.
-Es verdad, pero que cayera no significa que muriera. Fui absorbido por un vórtice y…, bueno, acabé en esta época.
-Entiendo.

Epsilon se puso frente al dreadnough. En un pergamino colgado en su parte frontal se apreciaba el nombre del antiguo, algo borroso: Poisonius.

-Hermano, - dijo épsilon -, ¿dónde está el resto del capítulo?
-Los rebeldes tomaron la base. Muchos hermanos cayeron. El caos se impuso, destruyeron al resto. Me sorprende haber sobrevivido. La mayoría de la primera compañía se exilió. Lord Calgar cayó en combate. Pocas compañías aguantaron. Los supervivientes que no fueron corrompidos partieron al exilio. No sabemos dónde están…
-Encontré un mensaje en la fortaleza-monasterio, pero no entiendo lo que nos quieren decir, -dijo Epsilon, sacando el mensaje, luego lo leyó.
-Lo siento, capitán, - dijo Poisonius -, no puedo ayudarte. Este sistema lo usaron los servidores y tecnomarines, para dar mensajes ocultos, pero yo no lo comprendo. Suerte, hermano.
-Gracias de todos modos, Poisonius.

El dreadnoug se echó hacia atrás, volviéndose a conectar al generador. Epsilon se despidió, reactivando el campo de éxtasis. Salió del edificio. La noche había caído, por lo que se metió en el baluarte para reponer fuerzas.

A la mañana siguiente iba a regresar a la ciudad, pero necesitaba combustible para la moto. Buscó entre varios barriles. Encontró uno medio lleno. Buscó una especie de carro para poder transportar el barril con más facilidad. Comprobó si podía descender con el carro y el barril por la ladera, pero era demasiado arriesgado, por lo que decidió dar un rodeo, bajando por otro camino. Comenzó a nevar. Sentía como los fríos copos rozaban su cara. Pasaron varias horas, no había parado de caminar. Sólo pensaba en lo sucedido, intentaba creerlo, pero le resultaba imposible. Cuando llegó al pie de las montañas comenzó a rodearlas, recorriendo la parte inferior de la cordillera. Llegó a la zona por la que había ascendido a la fortaleza abandonada de los Ultramarines. Gracias a su sentido de la orientación no le costó encontrar la moto. Revisó si tenía daños, rellenó el depósito y partió hacia la ciudad, atravesando a gran velocidad el desierto.

Cuando llegó a la ciudad ya estaba anocheciendo. Las calles estaban como cuando se fue: desiertas. Escondió la moto en un edificio en ruinas. Comenzó a buscar una taberna donde encontrar a alguien que pudiera ayudarle con el mensaje cifrado.
Se metió en un bar ruidoso. Un grupo de hombres observaron al marine, callados. De repente el bar se silenció. Epsilon se fijó en todos los presentes. Todos estaban armados. Debía de ser precavido. No podía meterse en problemas. Se acercó a la barra y pidió algo de beber. El camarero cogió una jarra temblando y se la llenó.
Epsilon tomó un sorbo y cerró los ojos. Escuchó cómo un taburete se caía, cómo alguien se le acercaba. Alguien puso su mano en la hombrera y dijo:

-¿Qué haces aquí? No eres bien recibido.

Epsilon ignoró el comentario.
El hombre era alto, delgado, pero musculoso. Su cara estaba llena de cicatrices. Un implante ocupaba el lugar de su mano, en la otra llevaba una pistola, preparada para disparar.

-¿Qué pasa, marine? ¿Estás sordo? – dijo el hombre, mientras cerraba su puño metálico.

Al ver que no contestaba, golpeó en el costado al capitán.
Epsilon sintió el golpe. No le había hecho mucho daño. Sonrió, tomo otro sorbo de la bebida y se levantó. El hombre era casi tan alto como el capitán, pero no se retiró. El marine cogió su capa y la echó atrás. El movimiento asustó a los miembros de la banda, que prepararon sus armas. Epsilon miró al hombre delgado. Con un rápido movimiento le arrebató la pistola. El capitán tardó unos segundos en adaptarse al arma, ya que no le era familiar. A continuación tiró a su oponente al suelo y le pegó una patada. Dejó algo de dinero en la barra y salió de la taberna.
La banda siguió a Epsilon. Rodearon al capitán. Tenían diversas armas, desde pistolas a espada y puñales, incluyendo un puño de combate.
Epsilon cogió la empuñadura de su espada. La desenvainó y adoptó una posición defensiva. Giró lentamente, observando a sus rivales. Se iba a enfrentar a once hombres, pero eso no le preocupó. También vio cómo el líder de la banda, el que había plantado cara a Epsilon en la taberna, esperaba a la puerta de esta, sonriendo.

De repente, todos atacaron a la vez al marine. Epsilon se defendió dando un giro. El que tenía un puño de combate fue a atacar al capitán en la cara, pero este puso su espada en medio, parando el ataque y provocando una gran liberación de energía. Epsilon dio una patada al rival, haciéndole perder el equilibrio. Aprovechó ese ataque para amputar el brazo con el puño del hombre, que empezó a gritar de dolor.
Dos más atacaron a Epsilon, si resultados. Otro intenó atacarle en la espalda, pero se encontró con la espada del capitán.
Pasaron unos segundos, y la zona se llenó de más miembros de la banda. Lo tenía difícil. Tenía pocas posibilidades, ya que estos últimos venían mejor armados. El jefe de la banda comenzó a reír, pero un grito agudo llamó la atención de todos. El jefe tenía un cuchillo puesto en el cuello. Una gota de sangre caía por este.

-¡Marcharos!, o degolló a vuestro jefe – dijo la mujer enmascarada.

Los hombres de la banda estaban paralizados, no sabían que hacer.

-¡Vamos! – gritó la mujer.
-La banda corrió hacia un callejón, procurando no hacer enfadar a la mujer.

Epsilon se giró, mirando a la mujer.

-Si me matas, te meterás en problemas, - dijo el hombre, sin moverse.
-No tengo intención de matarte – dijo la mujer, mientras sacaba una jeringuilla del bolso. La destapó, dejando una afilada aguja a la vista, y se la clavó en el cuello.
-¿Qué me has met…? – dijo, entrando en un profundo sueño.

La muchacha cogió su intercomunicador.

-Vamos, le tengo. Enviad el transporte – dijo, mientras se qutaba la máscara. Epsilon la observó.

La muchacha era de estatura baja, en torno al metro sesenta. Sus ojos eran marrones, con una mirada penetrante. Su pelo era de color marrón oscuro, rizado, le llegaba por los hombros.
era delgada, y sus movimientos indicaban que había sido entrenada para matar. La mujer se acercó al capitán, dejando el cuerpo del líder de la banda en el suelo.

-Hola, soy Merith. ¿Qué hace un Ultramarine aquí? ¿No se exiliaron?
-Eso me han dicho, - dijo Epsilon.
-No entiendo. Se supone que ya no podían volver, lo juraron. ¿Cómo has llegado entonces aquí? – dijo Merith.
-Es una larga historia…

De repente, llegó una nave imperial. Epsilon la reconoció. Era una Valkiria. El casco era de color verdoso, pero estaba sucio y algo dañado. La nave aterrizó a varios metros de donde estaban.

- Ven conmigo. No te preocupes. Ahora vendrán a por este imbécil, - dijo Merith.

Epsilon la siguió. Entraron en la nave. Había un grupo de personas dentro, colocando unas cajas. Parecían ser herramientas, debido al ruido que producían al moverlas.
Había una serie de asientos a ambos lados de la nave, y al fondo una jaula. Estaba vacía, y en su interior había unas correas.
Entraron dos hombres, llevando a un tercero sobre sus hombros. Le metieron en la jaula y le ataron. Era el jefe de la banda, que seguía dormido.

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[b:1n48qslz][url=http://lafortalezadehera.mforos.com/:1n48qslz]LA FORTALEZA DE HERA[/url:1n48qslz][/b:1n48qslz]

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14 años 9 meses antes #34195 por 1_Epsilon_1
CAPÍTULO 3 – Secretos Dolorosos

Merith se acercó al marine, y dijo:

-Aquel es Juth, el capitán de otra nave mucho mayor. Es nuestro piloto. El de la derecha, el que carga las cajas, es Borek, el mecánico. El chico que le ayuda es Rukim, el más novato del grupo.
Y esos dos son los carceleros. Son enviados a diferentes misiones para asegurar que nuestros “prisioneros” no escapen
-¿Prisioneros? ¿Trabajáis para el Magisterium?
-No. Somos independientes. Mercenarios. Buscamos a los más temidos de cada planeta y les trasladamos a Terra. Allí se encarga la Inquisición.
-Bien, entiendo. Por cierto, ¿dónde aprendiste a luchar así? – preguntó Epsilon.
-Es una larga historia, - dijo Merith, riendo -, durante el viaje hablaremos de ello. Ahora vamos a espacio-puerto de Arvius, al sur del planeta, donde tenemos la otra nave.
-¿Y quién era ese de la pelea, al que habéis hecho prisionero?
-Ah, llevamos persiguiéndole desde hace varios meses. Escapó de la prisión de Calth, y se ha escondido en varios lugares desde entonces. Parece ser que estaba organizando una revolución contra el gobierno del planeta. Desde que los tuyos cayeron, todo se ha complicado. Lo que más me sorprende es que los de la banda no hayan opuesto resistencia. Ha sido muy fácil…

De repente, algo golpeó el casco de la nave, la cual se tambaleó. Se asomaron a las ventanas y vieron a decenas de hombres disparando contra la nave.

-Nos vamos. Aquí ya no podemos hacer nada, - dijo Juth, el capitán de la nave.

La nave ascendió, se sentaron en los asientos, ajustando los sistemas de seguridad.
Epsilon miró por la ventana, y gritó:

-¡Cañón de plasma a la izquierda!

El disparo se desvió, pero había rozado el casco, haciendo una pequeña brecha en la parte superior.

-No parece grave. Podemos llegar a Arvius sin problemas, - dijo Borek, el mecánico.

Pocas horas después, llegaron al puerto espacial. Cuando aterrizaron, la tripulación bajó de la nave. El prisionero se había despertado, pero estaba inmovilizado, para evitar que escapara. Caminaron hacia una nave mucho mayor, que Epsilon reconoció. Una inmensa nave, la Thunderraven, del mismo color que la Valkiria.

-Jamás creí que fuera a volver a ver una de estas, me sorprende que aún existan estas naves. Muy pocos las tienen. – dijo Epsilon.

Merith sonrió.
Pasaron unos minutos. Cuando habían trasladado todo a la Thunderraven, embarcaron. La Valkiria había sido reparada y devuelta a su dueño, un viejo comerciante que alquilaba naves a la gente del lugar.
Compraron provisiones y recargaron el depósito de la nave. A las pocas horas partieron.
El interior de la nave era diferente al de las naves que usaba el capítulo. En la que se encontraba había una serie de habitáculos. Había una cama y una pequeña ducha en cada uno, y un pequeño armario. Merith mostró el camarote a Epsilon. Entró y se tumbó en la cama. Cerró los ojos y comenzó a pensar en lo ocurrido.

Sonaron unos golpes en la puerta. Epsilon abrió los ojos, se levantó y abrió la puerta. Era el chico, Rukim. Era la primera vez que veía a un marine espacial en persona.

-¿De dónde eres? - dijo Rukim.
-De Macragge.
-Pero se supone que no debería de haber ninguno de los tuyos allí.
-Lo sé. Sólo busco respuestas. Y tú, ¿de dónde eres? – Preguntó Epsilon.
-De un pequeño planeta en el Segmentum Obscurus, Bendium. Mis padres murieron en la guerra. Comencé a buscarme la vida en la calles. Robaba para sobrevivir. Un día me cogieron. Intenté huir, provocando que el hombre al que había robado cayera por una cornisa. Creyeron que fue un suicidio, pero tenía miedo. No sabía qué hacer. Entonces llegó Merith y me salvó. Me ha enseñado mucho: cómo combatir, comerciar…, pero no me deja participar en los asaltos.
-Eso es porque no quiere perderte. ¿Y ella, por qué está aquí?
-No le gusta contarlo. Le trae malos recuerdos.

En ese momento entró Merith.

-Deja que se lo cuente yo, Rukim.
Hace tiempo, en un planeta de la franja este, en el sistema Icarus, se estaban celebrando los sangrientos juegos del circo. Mi familia había sido esclava de un poderoso comerciante. Nos hacían enfrentarnos a criaturas de otros planetas. Un día mis padres incumplieron las normas, y el jefe ordenó que se enfrentaran desarmados a dos raplores. Unas criaturas con una coraza tan dura como el adamantio. Su piel es tan caliente como el fuego, derriten o incineran lo que tocan. Son letales. Mis padres no sobrevivieron.
Desde ese momento, el jefe me torturaba, ya que no tenía el respaldo de mis padres. Cada semana me llevaba a los pozos, donde me dejaba sola, a oscuras, entre las ratas. Ese cabrón disfrutaba, y se excusaba diciendo que era culpa de mis padres.
Todo esto ocurrió durante años. Nunca me liberó. Un día me metí en su casa con ayuda de las habilidades que había aprendido en el circo. Después le maté. Escapé, y conseguí meterme en este grupo de mercenarios. De eso hace tres años. Ahora me dedico a capturar a presos y renegados. Y como te habrá contado Rukim, le pasó una cosa parecida, por eso está aquí.
Ahora creo que es el momento de descansar. En unas pocas semanas llegaremos a Terra.

Merith y Rukim salieron de la habitación. Epsilon se volvió a tumbar, y cerró los ojos.

<<Se oía el goteo de un líquido. Todo estaba negro. Alguien reía. Se podían escuchar chasquidos de un látigo, y gritos, gritos de hombres y mujeres. Se ve una luz. Todo se vuelve más nítido. Caminé hacia la luz. El suelo crujía. Me agaché, y cogí algo duro. Eran huesos, estaban húmedos. La luz se intensificó. Entonces vio que los huesos estaban empapados de sangre. Continué caminando. Atravesé una puerta, había un hombre y una mujer, jóvenes. Estaban amarrados a la pared, pero no se les podía ver el rostro. Se oyeron unos pasos acercándose. Me giré. Había un hombre. Iba de negro. Se paró ante mí. Entonces dijo:

-Tuya es la elección. Sólo uno.

Parpadeé y desapareció. Volví a cerrar los ojos y, cuando los abrí, todo había desaparecido.>>

Epsilon pensó en el sueño. Sería mejor no hablar de él. No debía preocupar al resto. Salió del camarote. No había nadie en el pasillo. El preso estaba al fondo, dormido. Caminó unos metros. A su derecha había un camarote. Llamó a la puerta, la cual estaba abierta. Entró, buscando al inquilino. Se oía como caía el agua de la ducha. Epsilon se acercó al baño. Habían cerrado el grifo. Abrió lentamente la puerta y, cuando se dio cuenta, tenía un cuchillo junto al cuello.

-Eres rápida. Me has sorprendido.
-Me habías asustado. No es normal que entren sin llamar en el camarote de uno.
-Había llamado. La puerta estaba abierta.

Merith guardó el puñal. Su cuerpo desnudo estaba húmedo. Cogió una toalla y se tapó. Entraron en la pequeña habitación. Merith comenzó a vestirse, sin preocuparse de la presencia del marine.

-No me has contado por qué estás aquí, - dijo Merith.
-Lo se. Te sonará raro, la verdad – dijo Epsilon, y comenzó a contarle su historia.

Pasaron los días, pasaron las semanas. Entonces se escuchó a través del altavoz a Juth.

-Diez minutos para entrar en la atmósfera de Terra. Prepárense.

Se sentaron en los asientos. Se empezaron a sentir las turbulencias, a las que Epsilon ya estaba acostumbrado. Al poco aterrizaron en una inmensa plataforma. Estaba esperándoles un vehículo terrestre, unido a unos raíles. Eran utilizados en muchos planetas por la gran velocidad que llegaban a alcanzar en tierra, siendo uno de los vehículos más seguros que existían. Subieron todos a él, excepto Juth y Borek, quienes llevaron la Thunderraven al espacio-puerto.

Merith ordenó al conductor que fueran transportados a la prisión del polo sur, una de las prisiones de máxima seguridad del Imperio. A la media hora llegaron. Les estaba esperando un soldado de las Tropas de Asalto Inquisitoriales, que les llevó hasta uno de los inquisidores. Metieron al preso en una sala con una luz tenue. El inquisidor entró detrás y comenzó a interrogarle.
Mientras tanto, Merith, Epsilon y Rukim fueron recompensados por traer al prisionero. Antes de salir, Epsilon preguntó a un soldado de la inquisición.

-He de hablar con uno de tus superiores.

El soldado hizo caso sin rechistar. Poco después llegó un teniente.

-¿Qué quiere, capitán? – dijo el oficial.
-Me gustaría recibir ayuda para descodificar este mensaje – dijo mientras sacaba el dispositivo de vídeo. Se encendió una luz, que mostró el mensaje.
-Sígame.

Caminaron a lo largo del pasillo y entraron en una sala. Había tres soldados. Debían de ser los ingenieros de comunicación. El teniente se acercó a uno de ellos. Le susurró al oído y se acercaron al capitán.

-Señor, soy Pertkol, jefe de comunicaciones. El teniente me ha informado de su mensaje. ¿Puede mostrármelo?
-Por supuesto.

Epsilon se acercó al ordenador principal e insertó el dispositivo. En la pantalla apareció el mensaje. Todos atendieron a lo que ponía. El jefe de comunicaciones lo observó varias veces.

-Lo siento, no me suena de nada. No le encuentro sentido.
-Gracias de todos modos – dijo Epsilon.

Se acercó al ordenador para retirar el dispositivo.

-¡Espere, capitán! – dijo Rukim -. Creo que sé lo que pone, me lo explicó Juth. Hace varios decenios se empezó a utilizar códigos de emergencia en clave para evitar que los traidores y piratas espaciales identificaran los datos y lugares donde escondían algunas mercancías.
-¿Y a grupos de personas, ejércitos? – preguntó Epsilon.
-Es una posibilidad. Fíjense. Podemos…
-Rukim, espérate. Explícanoslo en la nave, - susurró Merith. No me fío de la Inquisición.
-Eh… podemos…, no, no tiene sentido. No, no funciona, parecía que… me equivoqué. – rectificó Rukim.

Epsilon recogió el dispositivo y lo guardó.

-Siento haberles hecho perder el tiempo. Vámonos.

Salieron de la sala y fueron hacia la nave. Mientras tanto, el teniente se dirigió al cuartel general, en busca de su superior, el inquisidor Yahem.

-Señor. Un ultramarine ha estado en la base.
-¿Ultramarine? Traidores… Les aniquilaremos, como ya se hizo con gran parte de ese capítulo. Su traición al Emperador fue deshonrosa, imperdonable. Preparar mi nave. Partiremos inmediatamente. Puede que nos lleven con el resto de los Ultramarines supervivientes…
-De acuerdo, señor, - dijo el teniente.

* * *

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14 años 9 meses antes #34196 por 1_Epsilon_1
CAPÍTULO 4 – El reencuentro.

-Vamos, rápido. No debiste decir nada. Mierda. No tuve que decir nada del mensaje. Ahora vamos a tener a la inquisición encima…
-Pero, ¿por qué? – preguntó Merith.
-Simplemente porque mi capítulo se ha, digamos, dividido. Los traidores fueron aniquilados, o al menos se supone, por la inquisición. Los supervivientes que se mantuvieron leales al Emperador se exiliaron. La inquisición sospechará de ello, por lo que irán a buscarlos. Tenemos que ser rápidos – explicó Epsilon.

Juth estaba esperando en la entrada. Subieron a la nave y partieron. Epsilon ordenó que fueran a la sala de mando, donde se encontraba Juth. Conectó la célula al ordenador principal, mostrando el mensaje.

-Vamos Rukim, descífralo, - dijo Epsilon.
-Veamos… Se empleó para protegerse de los traidores, era usado por los del Adeptus Mechanicus, por lo que muy pocos saben descifrarlo.

Abrió el mensaje, seleccionó el código y lo amplió:

++ BNNQCDMZCZR: BZKSITL – KTMZ RDOSHTL RDBTMCZ ++

++ Cierro conexión ++

-Creo que tengo algo – dijo mientras giraba a su ordenador – si os fijais, cada letra del mensaje es la anterior a la que se quiere representar. En el caso de la letra B, es equivalente a la C, la N equivale a la O, etc. Es un sistema fácil de utilizar, pero difícil de descifrar para uno que no ha oído hablar de ello. Si no es por Juth, no lo sabría.
-Pues entonces veamos lo que significa, ¿no? – dijo Merith.
-Bien, entonces:

++ COORDENADAS: CALTHUM – LUNA SEPTIUM SECUNDA ++

++ Cierro conexión ++

-Genial. Vamos, no hay tiempo que perder. La inquisición no tardará en alcanzarnos.
-Merith, ponte de copiloto, necesitaré tu ayuda. Estamos a cuatro días de allí, y el auspex dice que tenemos una tormenta disforme de por medio. Que el Emperador nos ayude.

Epsilon se metió en su camarote, se sentó en la cama, cerró los ojos y comenzó a rezar plegarias.
Pasaron horas. El marine no salía de su camarote. Había decidido ayunar a causa del su error. Había puesto a sus amigos, sus compañeros, en peligro, incluido lo que quedaba de su capítulo. Ahora la Inquisición estaba pisándoles los talones, sólo pedía ayuda a Rouboute Gulliman, su primarca, y al Emperador.
De repente, se escuchó la voz de Merith por el intercomunicador de la nave:

<<Atención a todos. Entramos en zona de turbulencias. Nos aproximamos a la tormenta disforme. Preparaos, activaremos el campo protector>>

Epsilon abrió los ojos. Se levantó, salió de su camarote y se dirigió a la sala de mandos, donde estaban Juth y Merith. Se acercó a ellos. Se veía el sistema Icarus, donde se encontraba Calthum. En una zona próxima estaba la tormenta disforme. Ya había devastado decenas de planetas imperiales, y parecía haberse detenido a pocos años luz del planeta.
Las turbulencias cada vez eran mayores, pero Juth era u veterano en los viajes espaciales, y supo controlar la situación.
Calth, un planeta árido, antiguo productor de armamento imperial, ahora casi deshabitado a causa de los continuos ataques orkos. Tras los continuos días de viaje, Juth ordenó el descanso de la tripulación y el chequeo sanitario antes de llegar a la luna Septium Secunda de Calth. Epsilon no tenía que hacer este chequeo, por lo que fue a su camarote, a dormir un rato. Había estado durante todo el viaje meditando, sin dormir. Se sentía culpable al ver que podía ser el causante de la posible desaparición de lo que quedaba de su capítulo. Cerró los ojos, y todo se volvió en silencio.
Comenzó a ver imágenes. Las reconoció al instante. Eran del mismo sueño que tuvo la última vez. El mismo hombre encapuchado, la misma mujer, el mismo muchacho. Pero esa vez les reconoció. Eran Merith y Rukim. Estaban mirando a Epsilon, con el rostro magullado. Parpadeó. Seguía en la sala, pero estaba ahora solo. Miró a su alrededor, se giró y corrió hacia la entrada, pero le era imposible atravesarla. Fue a desenvainar su espada, pero también había desaparecido. Parpadeó, y apareció una sombra que se iba acercando al marine.

<<Tú no debes estar aquí. No eres nadie. Debes morir>>.

Sintió que le decía la sombra mentalmente. Entonces, algo atravesó su cuerpo. No sabía qué. De repente, despertó. Tenía el rostro empapado de sudor. Merith estaba llamando a la puerta. Epsilon le dijo que pasara.

-¿Estás solo? Te estaba oyendo hablar.
-Estaba dormido.
-Eso supuse. No habrías la puerta, ni contestabas. ¿Te encuentras bien?
-Sí, no tiene importancia, era sólo un sueño.
-Vale. En quince minutos aterrizaremos en la base lunar. Los análisis indican que la atmósfera de la luna es respirable. Prepárate, vamos a buscar a tus hermanos.
-D…De acuerdo. Enseguida voy - respondió el marine.

La rampa de la nave descendió. Estaban esperando dos hombres, llenos de implantes en las extremidades. Debían de ser los asistentes de la base. Rukim y Merith bajaron, seguidos por Epsilon. Cuando los asistentes vieron al Ultramarine y determinaron su rango, se inclinaron, se acercaron a él y dijeron:

-Sígannos. Le estaban esperando.

Bajaron las escaleras metálicas. En la parte inferior estaba esperando un transporte gravitatorio. Epsilon, Merith y Rukim subieron. El piloto arrancó la nave y les llevó a través de un desfiladero. La zona estaba nevada. El piloto giró ala derecha y se adentraron en una cueva. Carecía de luz, pero el piloto no aparentaba preocupación, parecía conocerse el camino. Fue reduciendo la velocidad hasta que se detuvo. Se encendió una luz, que iluminó el vehículo. A continuación se abrió una puerta. Un marine espacial, cuya armadura era azul y tenía una herradura blanca en la hombrera izquierda. Era un ultramarine.

-Le estábamos esperando, hermano – dijo el marine centinela.

El piloto les llevó a una gran sala, donde se encontraba un marine que Epsilon reconoció al instante: el hermano bibliotecario Tigurius. Entonces se acordó de los momentos en que este le entrenaba junto con sus hermanos en los poderes de la mente.
El bibliotecario Tigurius miró a Epsilon y sonrió.

-Hermano Epsilon. Bienvenido. Sentí tu llegada. Hacía tantos años que no te veía, desde aquella gran batalla… todos lamentamos tu pérdida…, pero hace unos días sentí tu presencia. Fue una gran noticia que uno de los mejores del capítulo siguiera vivo.
-Gracias, hermano. Estuve en Macragge, en nuestro hogar. Encontré vuestro mensaje. Fui a Terra con mis compañeros. Teníamos que llevar a un prisionero allí, pero cometí un error. Ahora la Inquisición está pisándonos los talones. Están decididos a entablar una guerra con tal de acabar con nosotros.
-Lo sé, hermano – respondió Tigurius -. Ya he preparado nuestros cruceros de asalto, pero no te preocupes, quiero que me sigas. Cuando Calgar cayó en manos de M’kar, llevamos su cuerpo aquí. Convertimos esta luna en un lugar sagrado. Pero era necesario, como bien sabrás, relevarle. Necesitábamos a un nuevo Señor del Capítulo. Sicarius también cayó, junto con otros maestros, intentaron llevar los famosos Guanteletes de Ultramar. Nadie ha conseguido portarlos. Desde ese momento he liderado al capítulo. Nos hemos recuperado un poco, pero tardaremos siglos en volver a estar al completo.
-¿Y qué puedo hacer yo, hermano?
-Tenemos esperanzas de que el orden vuelva a establecerse, y creo que tu eres el elegido para ello. Prueba a ver.

Epsilon se acercó a los Guanteletes. Estiró sus manos y las metió en los poderosos puños. Los levantó y empezaron a relampaguear.
Tigurius, al verlo, cayó de rodillas.

-En verdad eres el elegido…
-No. No puedo hacerlo. Mi destino no es este. Esto no debería ser así.
-So entiendo. Es tu decisión, y la respeto, capitán, - dijo Tigurius – pero aun así eres ahora el líder del capítulo, quieras o no.

<<Atención a todas las unidades – nave imperial militar aproximándose – prepárense>>

Todos los marines empezaron a salir de la base, salieron a un descampado y esperaron.
Pasaron unos minutos cuando llegó la primera nave. Descendieron varias escuadras de guardias imperiales y tropas inquisitoriales. Fueron llegando más naves.
La guerra iba a comenzar…

Merith y rukim se acercaron a Epsilon:

-¡La puta inquisición ha ordenado a los imperiales del planeta que les apoyen! ¡Estamos en desventaja! – dijo Merith.
-No te preocupes – contestó Epsilon – podremos con ellos. Pero ahora llévate a Rukim. Es peligroso.
-De acuerdo.
-Por orden de la inquisición, ríndanse – dijo el inquisidor Yahem, a través del intercomunicador.
-¿Por qué lo debemos hacer? Habéis venido a destruirnos. Somos Ultramarines, no nos rendiremos, ¡lucharemos en el nombre del Emperador! – contestó Epsilon.
-De acuerdo. La decisión está tomada.

Se fue la transmisión. Epsilon estableció otra con Juth:

Capitán Juth, te dejo al mando de los ataques aéreos. Centraté en sus vehículos, que no se acerquen.
-Sí, señor.

Epsilon salió de la base. Medio Capítulo le estaba esperando fuera. Merith se acercó al capitán:

-Estoy lista.
-No deberías estar aquí.
-No te preocupes, estaré bien.

Epsilon se giró y miró a sus hermanos.

-Volvemos a luchar juntos. Miles de soldados han venido a acabar con nosotros, pero no les será fácil. ¡Lucharemos por Gulliman, por el Emperador y por nuestros caídos!

Las palabras de Epsilon llenaron de moral a los marines, quienes embarcaron en los rhinos, land raiders y thunderhawks, y se dirigieron a la zona de combate.

<<Valentía y honor, hermanos>> dijo Epsilon para sí.

Entonces la batalla empezó.

* * *

[url=http://img238.imageshack.us/i/firmainmaterium.jpg/:1n48qslz][img:1n48qslz]http://img238.imageshack.us/img238/650/firmainmaterium.jpg[/img:1n48qslz][/url:1n48qslz]

[b:1n48qslz][url=http://lafortalezadehera.mforos.com/:1n48qslz]LA FORTALEZA DE HERA[/url:1n48qslz][/b:1n48qslz]

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