El Hermano Damos, un valiente veterano que llevaba tres siglos de batallas, dirigía la 9ª Compañía de los Ángeles de Pórfido. Sus escuadras de Devastadores eran un auténtico modelo de fuego de apoyo eficaz y, siempre que sus hombres participaban en una batalla, las fuerzas blindadas del enemigo debían ir con cuidado. Fue durante la Purificación de Hume, mientras dirigía a sus hombres en la defensa de la Colina 236, cuando le alcanzó un ataque sorpresa de bombarderos Marauder enemigos mientras se movía entre varios búnkeres interconectados. El bombardeo le debería de haber matado; no obstante, cuando el ataque finalizó, sus hermanos Marines encontraron sus restos ensangrentados con un aliento de vida todavía. Pidió la oportunidad de seguir luchando, así que sus restos fueron colocados en estasis y transportados a la fortaleza-monasterio del Capítulo, donde fue implantado en el interior del sarcófago blindado de un Dreadnought. Durante tres mil años ha permanecido enterrado en el interior de su nuevo cuerpo de metal y, como en vida, Damos proporciona un sólido fuego de apoyo a sus hermanos y lidera el despliegue y los disparos de los Devastadores del Capítulo.

 

Bahía Ghattana:
la Batalla por la Puerta IX

El enfrentamiento entre Dreadnoughts más largo registrado tuvo lugar durante la Tercera Guerra por Armageddon, en el ataque a la Planta de Procesamiento de Agua de Bahía Ghattana. El agua llegó a ser un recurso vital en Armageddon cuando llegó la Estación del Fuego y Bahía Ghattana se convirtió en la fuente de cada gota de agua que llegaba a Armageddon Prime.

El ataque orko contra la planta había fallado estrepitosamente y la única opción que les quedaba a los orkos era recurrir al Señor de la Guerra Judrog Dientehierro. Este reunió a todas las Latas Azezinas y todos los Dreadnoughts de su fuerza en un único ataque conjunto dirigido contra un punto de la línea de los Marines Espaciales debilitado por el asalto previo de un Komando. Más de cien máquinas orkas avanzaron a grandes zancadas en una falange densamente apiñada.

Los defensores fueron arrollados por el armamento orko y sus posiciones resultaron barridas por una sobrecogedora cantidad de disparos. Los escuadrones de Land Speeders cayeron del cielo envueltos en llamas debido al fuego concentrado de akribilladores pezados, mientras que búnker tras búnker era silenciado por andanadas de kohetez orkos. La carga de Judrog rompió las defensas, penetró en una de las carreteras de acceso a la planta y avanzó entre las enormes torres de purificación. Las máquinas orkas rugieron y rompieron una puerta de seguridad tras otra con sus garras de combate mientras empujaban a los Marines cada vez más hacia atrás. No obstante, cuando se acercaron a la Puerta IX, les sorprendió ver que la barrera se levantaba y aparecían las siluetas de ocho Dreadnoughts de los Marines Espaciales. Al frente de estos estaba el Hermano Damos, de los Ángeles de Pórfido. Herido de muerte en la Purificación de Hume y enterrado durante los últimos tres mil años, se había enfrentado a cientos de situaciones parecidas y había salido victorioso de todas ellas. Los Dreadnoughts que acompañaban a Damos iban equipados para el combate a larga distancia con una combinación de cañones láser, cañones automáticos y lanzamisiles. La primera andanada fue devastadora y la línea frontal de Dreadnoughts orkos se derritió con el bombardeo. No obstante, el resto se apartó a un lado mientras parte de ellos avanzaban hacia los Dreadnoughts de los Marines Espaciales. Estos tenían mejores armas, así que cada paso que daban los Orkos les costaba un gran número de bajas; pero, finalmente, se acercaron lo suficiente como para poder responder al ataque. No obstante, los Dreadnoughts Orkos no pudieron igualar la habilidad de los ocho Dreadnoughts de los Marines Espaciales que tenían delante: cada uno era un veterano con siglo s de guerras a sus espaldas, un héroe envuelto en carne o metal.

Un avance de cuatrocientos metros les había costado a los Orkos diecisiete Dreadnoughts. No obstante, pese a todo, siguieron avanzando, pero aullaron de furia cuando vieron que los Dreadnoughts de los Marines Espaciales daban un paso atrás y una pesada puerta de seguridad se cerraba bloqueando la carretera. Acelerando el paso, embistieron la puerta y desgarraron su grueso acero con sus garras hidráulicas decididos a no permitir que huyesen de ellos de una manera tan insultante.

No obstante, el plan no era huir: detrás de la puerta, que estaba a punto de ceder, los Dreadnoughts de los Marines Espaciales tenían las armas dispuestas. Había nueve Dreadnoughts más, dirigidos por el Hermano Weylands, de los Marines Omega, equipados con puños de combate y una mezcla de cañones de asalto de corto alcance, multicañones de fusión y bolters pesados. Tras ellos aguardaban los Dreadnoughts de Damos sobre una rampa de tierra y hormigón para poder ver por encima de la línea de batalla frontal. Al caer la puerta, ambas filas abrieron fuego simultáneamente y, durante siete largos minutos, estuvieron a treinta metros de los Orkos sin dejar de disparar contra la apretada masa de máquinas. Entonces, la fila de vanguardia, con los cañones de sus armas incandescentes, detuvo el fuego y atacó en combate cuerpo a cuerpo al enemigo. Los Orkos estaban irremediablemente atorados en el centro de la carretera: algunas de las máquinas, incapaces de moverse, ni siquiera tocaban el suelo a causa de la presión y las cinco filas delanteras no eran más que un montón de chatarra humeante. Los Dreadnoughts de los Marines Espaciales, con el Hermano Weylands a la cabeza, desmembraron a sus enemigos trepando por la montaña de Dreadnoughts destruidos hasta que llegaron a las apiñadas máquinas aún operativas y las aplastaron alternando pisotones y puñetazos. Cuando un arma de energía aparecía a su espalda, un preciso disparo de multicañón de fusión la silenciaba.

El ataque de los Dreadnoughts de Judrog había sido impresionante, pero sin apoyo y en una clara inferioridad táctica no tenían nada que hacer. En reconocimiento a su ferocidad y espíritu de lucha hay que decir que no huyó ni una sola máquina orka.

Con su reserva destruida, Judrog no tuvo otra opción que retirarse. Las Thunderhawks, rearmadas, iniciaron sus ataques de arrasamiento y la munición empezó a escasear. La derrota fue muy dura para Judrog, pero nadie lo celebró entre las filas de los Marines: de los diecisiete antiguos Dreadnoughts que participaron en la batalla, siete fueron completamente destruidos, lo que significaba que se habían perdido más de 9.000 años de experiencia en combate y de servicio fiel. La Batalla por la Puerta IX sigue siendo su testamento.