La raza eldar heredó toda una galaxia al término de la Guerra de los Cielos. Los viejos horrores del pasado dormían derrotados en mundos olvidados y pronto, sin ningún enemigo que desafiara la voluntad de los eldar, la paz inundó las estrellas y su imperio creció fuerte y próspero.

Todas las clases de arte fueron cultivadas, refinadas y elevadas hasta cotas inimaginables para meros mortales. Los Danzantes de Saniz se movían más rápido que el propio dios Loec. Los jardines de Iluné resplandecían bañados por los rayos de un eterno atardecer. Fueron edificados magníficos edificios de un marmol tan blanco como la nieve recién caída donde los eldar aprendían todos los conocimientos nunca habidos en la galaxia.

En su afán por lograr la perfección en todos los aspectos de la vida la raza eldar fue cayendo dulcemente en el hedonismo. Su tecnología les ofrecía todas las comodidades para vivir sin derramar una gota de sudor en el esfuerzo. Ningún enemigo acechaba sus fronteras de manera que descuidaron las artes marciales tan amargamente aprendidas durante la Guerra. Nadie recordaba las penalidades sufridas en el pasado, y el que lo hacía prefería callarlas y tomar todo lo que se le ofrecia.

Paulativamente su sociedad fue cayendo en una espiral de depravación de la cual no había vuelta atrás. Unos pocos eldar, en su mayoría viajeros y comerciantes que guardaban menos contacto con su propio pueblo y con la vida de placeres infinitos, se horrorizaron cuando descubrieron las perversiones que ahora eran comunes entre sus iguales. Cuando hablaron en contra de esas obscenas prácticas sus hermanos corrompidos se rieron en sus caras. Fueron perseguidos y asesinados como parte de una nueva diversión. Los supervivientes huyeron a bordo de sus gigantescos mundos astronave en dirección al lejano espacio profundo.

El resto de los eldar que se quedaron abrazaron con más aínco si cabe aún al desenfreno. La sangre derramada era moneda de cambio corriente en las calles. Los bellos edificios de sus ciudades fueron testigos de los más refinados sacrificios precedidos de la lascivia de multitudinarias orgías.

El fin del todopoderoso imperio eldar estaba próximo. En menos de un latido de corazón toda la psique eldar almacenada en el inmaterium durante siglos de decadentes perversidades se liberó de golpe en el plano material. La oleada psíquica inflamó billones de almas eldar y vaporizó cientos de miles de mundos.

Sin embargo, aún no habían contemplado los eldar todos los resultados de su locura. Entre la brecha creada entre el inmaterium y el plano material (conocida como ojo del terror actualmente) una bestia recién nacida se debatía presa de una sed irresistible. El neonato contemplo los restos de la raza eldar que había originado su existencia. Y sus ojos brillaron presas de una furia maligna. Fue bautizada por los propios eldar como "La Sedienta".

La historia de los eldar no ha sido más que una continua huída tras el nacimiento de la Sedienta.

Los comerciantes y viajeros que abandonaron el imperio eldar antes del desastre renegaron de su naturaleza. Sus videntes animan a todos los eldar a tomar un camino en la Senda, esto es, centrarse en un aspecto de la vida de manera que la maldición que persigue a esta raza y que ocasionó su Caida no surta efecto en ellos. Mediante la Senda los eldar de los mundos astronaves se apartan de la genuina aspiración eldar de obtener lo mejor y más perfecto de cada cosa. Y cuando mueren su alma es aprisionada en un receptáculo llamado "joya espiritual" y guardada en lo más profundo y seguro de sus mundos astronaves. Así, las almas de los eldar muertos escapan de la Sedienta, cuya sed persigue como una maldición a esta raza.

Los eldar que sobrevivieron al desastre inicial de la Caída intentaron luchar contra la Sedienta, pero sus fuerzas eran escasas y su enemiga había unido a su fuerza la de el gigantesco bocado que había devorado. Finalmente, estos eldar tuvieron que huir y abandonar definitivamente su imperio. Huyeron hacia la Telaraña. Un camino entre las estrellas ahora convertido en refugio de los restos de la raza que lo había creado. Allí el influjo de la Sedienta era menor. Pero los eldar de la telaraña seguían conservando las macabras costumbres anteriores a la Caída. Y por eso, incluso refugiados en la Telaraña, los eldar atraían la atención de la Sedienta.

Entonces, los eldar de la Telaraña (conocidos como eldars oscuros a partir de entonces) idearon una estratagema para escapar de su destino. Adoptaron como propios los métodos de la Sedienta y, como ella hace, salieron de caza en busca de almas que a su vez devorar. De esta manera fue como nació la sed en la raza de los eldars oscuros y ¡oh paradoja! los que habían sido cazados acabaron asemejándose tanto al cazador que no cabía distinguirlos. Los eldars oscuros, a diferencia de sus parientes de los mundos astronave, hacen y toman todo lo que quieren y cuando quieren, pero en su interior saben que realmente no son libres. Deben devorar y atormentar almas ajenas constantemente si no quieren que las atenciones de la Sedienta recaigan sobre sus propias almas.

Y eso, es algo que aterroriza a todos los eldar.

 

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